Uno diría que sí. Desde el propio portal de la municipalidad
se le da un peso bastante específico al sector cultura y se ha gestionado el
proyecto Cultura Viva: varios festivales culturales en diversos puntos de Lima que constan
por lo general de danza, muralismo, música,
circo y teatro. Quizá lo más importante de este proyecto sea el plantearse
alianzas estratégicas con organizaciones culturales valiosas como La Tarumba , Yawar o La Gran Marcha de los Muñecones.
Pero además de ese proyecto, la municipalidad ha impulsado pasacalles,
exposiciones culturales en varios lugares públicos y un interesante proyecto
(aunque de momento reducido solo a los chicos del Cercado) promocionando
visitas de escolares a los museos de la ciudad. Se está estimulando a los
colegios a presentar planes de innovación pedagógica. Se ha hecho una consulta
a diversos agentes sociales para impulsar un proyecto de Lima como Ciudad Educadora. Incluso hay programas de actividades ecológicas y de ocio, creación
de nuevos parques, promoción de festivales gastronómicos que bien pueden estar
dentro de la categoría de iniciativas culturales.
Y sí. Se puede decir
que en el tema de la cultura se ha hecho muchísimo más que en las dos
administraciones enteras de Castañeda y sus revocadores. Algunos consideran que
el grueso de estas actividades son “cultura caviar”. Personalmente, creo que el
pueblo de Lima tiene derecho a ver productos artísticos alternativos a los
circuitos comerciales masivos: Tiene derecho a ver teatro popular y no
solamente Al fondo hay sitio, conocer
la danza moderna y no solamente los programillas de Tula y Gisela, disfrutar de
la Escuela Nacional
de Folklore y no solamente del Reventón
de los Sábados ¿O es que todos estamos obligados a escuchar al Grupo 5?
Sin embargo hay algo que falta. Y es que en todo este runrún
de festivales, proyectos, pasacalles, conciertos, rondas de consulta y
recitales, uno puede percibir el empalagoso sabor del activismo, uno de los grandes defectos de las ONGs, cuyas prácticas
la municipalidad emula con simpatía. El activismo es ese frenesí de iniciativas
que se consumen de inmediato, al margen de un plan a mediano y largo plazo, y
que termina agotando tanto a sus impulsores como a sus beneficiarios.
Tenemos que trabajar lineamientos permanentes, de mediano y
largo plazo y que estén tan conectados con los vecinos, que aquellos se hagan
ya imposibles de erradicar por posteriores administraciones.
Hablo del establecimiento de modernas bibliotecas y centros
culturales que le cambien el paisaje a nuestros distritos, sobretodo los
más desfavorecidos. Espacios permanentes donde se desenvuelvan talleres de
aprendizaje, tengan sitio las iniciativas que promocionen la lectura o
alberguen la producción cultural de los propios vecinos (hablo no sólo del
edificio sino sobretodo de sus recursos humanos). Los Hospitales de la Solidaridad crecen y
son demandados porque responden (aunque sea parcialmente) a las necesidades de
la gente. Esas bibliotecas y centros culturales –donde se pueda aprender
música, mirar una exposición de fotos, poder llevarse a Rulfo o a Heraud a casa-
pueden ayudar a que la cultura termine por ser apreciada también en Lima como una
necesidad ciudadana.
Pese a décadas de falta de apoyo a la cultura, a la ciudad
(y al país) no nos faltan precisamente artistas ni escritores. Tenemos que crear
dinámicas permanentes donde ellos puedan ofrecer su producción a la ciudad.
Necesitamos un Fondo Editorial que publique autores peruanos contemporáneos con regularidad. Es
el colmo que pueblos pequeños de Ancash o Cajamarca tengan dicho fondo con
varios títulos publicados y la municipalidad más rica del Perú siga dubitativa
con esta iniciativa.
Otro aspecto es la realización de eventos culturales que aspiren
a una permanencia como los festivales y concursos convocados periódicamente. Hay ciudades que se han vuelto indesligables
de los grandes eventos culturales que ya realizan desde hace medio siglo (Aviñón
y su festival de teatro, Sao Paulo y su bienal de arte, San Sebastián y su
Jazzaldia). Me parece poco que Lima solamente sea conocida por el Mistura…
A lo mejor las propuestas que en este blog garrapateo
adolezcan de varias dificultades y equivocaciones, pero me emperraré en
reiterar la idea de planificación a mediano plazo, de regularidad y constancia
en las acciones y de cultivar su legitimidad entre la masa de limeños.
Por último -me podrán decir- que yo simplemente estoy
alucinando. Y que es difícil que una ciudad agresiva, desigual y caótica como
Lima pueda convertirse en una ciudad culta. Que aquí nadie lee ni le interesan las
artes plásticas y que valorarán más la creación de un centro comercial que la
inauguración de una biblioteca. Total ¿acaso yo no soy el primero en quejarme,
hacer rabietas y lanzar excomuniones por el triste transcurrir de la capital?
Solamente pienso que la alcaldesa, hoy por hoy, se ha comprado el
tremendo pleito de transformar el sistema público de transporte y cambiarles la vida cotidiana a millones de limeños (que pasarán en un
lustro del cobrador de combi achorado a una red moderna de autobuses). Pienso
en su cruzada por sustituir la política del cemento y el aplauso fácil por la
instauración de otros valores en la mentalidad de la gente (ecología,
transparencia, civismo). E incluso por modificar también ciertas prácticas habituales
de la clase política (no robar, por ejemplo). El Quijote cabalga con nosotros.
Entonces ¿Por qué no plantearse también la utopía
de una Lima de ciudadanos quizá no tan cultos, pero sí buenos lectores, amantes
de la belleza y del espíritu crítico? ¿Tan difícil suena pedir eso? ¿Tan
imposible exigirlo?
Porque, de lo contrario, solo nos quedará el lector del Trome, que se enorgullece del tacuchaufa
y que, encerrado en sus audífonos, silba una melodía reggaetonera mirando con
desdén una ciudad gris y mediocre.
Elijan.