Hace poco más de un año escribí una reseña sobre el libro Caminos de Ayrabamba y otros relatos (Canta Editores, Lima 2006), publicado por Nueva Crónica, un colectivo literario compuesto por prisioneros de guerra y presos políticos en el penal de Castro Castro. Se hizo un poco de ruido al saberse que allí, dentro de los muros del presidio, también se hacía literatura. Y de la buena.
Tiempo más tarde, uno de los miembros de dicho colectivo publicó, con su propia autoría, un libro de cuentos bajo el nombre de Golpes de viento (Nueva Crónica/Gremio de Escritores del Perú, Lima 2007). Víctor Hernández (Ayacucho, 1962), condenado a cadena perpetua en el presidio de Canto Grande por delitos de terrorismo, nos ha regalado un libro de sugerentes historias: un recital de asombrosas escenas no conocidas de nuestra guerra (la visión de una ex hacendada ayacuchana condenada a vivir en una comunidad gobernada por la guerrilla, la visión del trabajo revolucionario urbano desde los ojos de los niños o el doblegar de un destacamento de desactivación de minas del entonces ejército maoísta). Bajo las rejas del penal, es el ejemplo de un hombre que ejerce la literatura como herramienta de su lucha y su libertad.
En los penales hay hasta tres grupos de creación literaria (algo que, al parecer, no tiene importancia en la gran prensa capitalina que ve más noticias en el matrimonio de un futbolista post-adolescente o en el regreso de una urraca). Ellos luchan contra la reclusión con otras armas: La poesía, la narrativa, los sikuris, las artes plásticas. Quien crea que en los centros de reclusión la gente se pudre, que se haga idea de lo contrario. El hombre vive. Y el hombre que ha luchado por sus ideales vive más todavía.
(A ver si lo entienden algunos engreídos de Estados Unidos y San Isidro, por poner un pequeño ejemplo).
Además de Nueva Crónica está el grupo Ave Fénix, que igual que el anterior, nació bajo el yugo implacable del fujimorismo penitenciario: cuando estaba prohibido leer y escribir en las cárceles, cuando los reclusos usaban el valioso papel higiénico para escribir a escondidas, cuando una biblioteca en los penales era tan peligroso como un arsenal. Cuando los artistas tenían que aprenderse de memoria, durante meses y hasta años, sus creaciones personales hasta esperar un momento donde ponerlas en práctica.
Frente al solaz calamo currente de los bloggers de El Comercio, el esfuerzo por escribir mensajes asertivos en un ambiente que prohibía la inteligencia, es un ejemplo que lo mejor del Perú no están precisamente en sus media.
Hoy, tenemos un panorama impensable hace quince años, más o menos.
Hoy (jueves 19 de febrero) puedo presentar un libro de cuentos de Manuel Marcazzolo (un ex -preso político encarcelado por más de una década) Historias de rotonda, (Editorial Aretidea, 2008) sin temor a que la policía me encierre y los jóvenes cronistas del Somos me delaten.
Hoy podemos presentar ese libro con Rocío Silva Santisteban y Roberto Reyes Tarazona (escritores de nombradía, sin que nadie decente les pueda acusar de proterroristas) ante un público repleto en el Centro Cultural Español (que no es, precisamente, un lugar sindical apañador de terroristas). Hoy podemos hablar de la guerra sin los sambenitos del fujimorismo y con el orgullo de saber que la distancia histórica, jejeje, nos ha dado la razón.
(En esto) hemos avanzado.
Hoy, los escritores criollitos que antes defenestraban de la narrativa social o realista se vieron obligados –por mor del capital- a escribir sobre una guerra que apenas padecieron. Hoy tenemos escritores que han admitido escribir sobre la guerra solamente por plata, hoy tenemos a defensores del individualismo y la intimidad del escritor que juegan a escribir sobre nuestra guerra. Hoy, todo un Miguel Gutiérrez, torturado varios años con las secuelas del conflicto, presenta en Lima una novela sobre la experiencia de las mujeres en nuestra guerra interna.
Bacán, sea, hoy la guerra es la voz.
Pero, creo, buena parte del mérito estuvo en estos escritores presos que a los de afuera le decían esta vieja letanía: “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros” un título del viejo libro de Ronald Fraser que demuestra que la memoria, si se sostiene, siempre prevalece. Incluso ante países tan amnésicos como el nuestro.
Jóvenes escritores como Fernando Cueto (leed el imprescindible Días de fuego, Editorial San Marcos /Rio Santa eds. 2008) o los ya conocidos Rafael Inocente, Martín Roldán o Julio Durán le están dando otro acento a la rememoria del conflicto. Ya no son los buenos contra malos como metáfora de la guerra en los ochenta, ni la masa manipulada por las élites terroristas de los noventa, ni las individualidades sometidas a los totalitarismos sociohistóricos en las obsesiones de nuestros escritores criollos de nuestra actual entrecasa. Ahora los escritores ven a los protagonistas de la subversión no como los otros, sino más cerca. Total, todos conversábamos, chupábamos y hasta tirábamos con aquellos ¿O no?
No había otros, todos nos conocíamos. Por eso todos padecimos.
Por eso todos ahora escribimos.
Perdonden la mezquindad, pero buena parte de esta conquista –hoy casi gratuita, pero quince años atrás, sencillamente impensable- se deben a esos escritores con o sin nombre que, desde la prisión, defendieron la literatura.
Las semillas de esta primavera que ahora disfrutamos.
P.D. La imagen es de Los funerales de Atahualpa, en versión proletarian-pop de Marcel Velaochaga, ya todo un clásico. Y buena parte del mérito también estuvo en los que se han quedado adentro.
viernes, 20 de febrero de 2009
UNA BONITA PRIMAVERA (la literatura de nuestra guerra goza de excelente salud)
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piedras
Etiquetas: cultura popular, literatura y política, narrativa de la violencia, represión
martes, 17 de febrero de 2009
No reventemos cohetes
Gráficos de Guamán Poma de Ayala, cuando los indios dibujaban indios sin ningún español o criollo que los dirigiera.
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javier
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piedras
Etiquetas: cine, nuevos tiempos, opio del pueblo
lunes, 9 de febrero de 2009
LAS ESCLAVAS DE LA IGLESIA Y LOS ESCLAVOS DE HOY (Post de un agente provocador postmoderno)
Con ustedes, la Hermana Noel, la Hermana Rosaria, la Hermana Wilfrid (Sic), la Hermana Mary Janet y la Hermana María -todas de la Hermandad de la Divina Providencia- en el campo de tiro de Worcester, Massachussets, Yanquilandia. Es 1957, Guerra Fría y época de oro de las armas. Quien crea que es un bluff, se pasa por esta gloria de blog.
Es febrero, el mes de los carnavales y el hueveo, donde parece nunca suceder nada, porque nadie se moviliza ni para protestar contra un humillante pacto en Choropampa, la violación del patrimonio histórico en la universidad de San Marcos o el descarado tráfico de influencias que ha prodigado buena parte del alto personal de la Marina de Guerra. No, a nadie le importa que nos escuchen, nos roben o nos pisoteen. Es febrero.
Buena parte de esta dejadez estacional es producto de una ausencia de institucionalidad que termina siendo copada por desinformación prodigada por medios respetables. Sea ese periódico medio independiente, ya demasiado disparado por su cuenta, que tuvo que ser recientemente "expropiado" por la clase dominante ,sea por nuestra rancia y bien peruana Iglesia Católica o por el vocero ramplón de nuestros gloriosos oficiales de las fuerzas armadas en estado de pre-jubilación:
Ella la Iglesia, Mater et Magistra, se ha preocupado por llenarnos de moral en un país donde los gobernantes casi nunca la tuvieron. Bendijo tropas que cometieron genocidios. Negó el auxilio a sus acólitos que creyeron que ella les protegería. Compartió el poder con la tiranía sin sonrojo. No le importó medrar entre un militarato mostrenco de ideología fascista. 100 años después, han regresado las formas y los contenidos (¡Y el lenguaje!...igualito a capellán castrense del ejército franquista) de esa entrañable Iglesia peruana de los tiempos de Manuel González Prada.
No está demás citar las palabras de Maestro, sobre la enseñanza católica:
"El alumno, aislado expresamente del otro sexo, crecido en el espíritu de hostilidad que la Iglesia fomenta hacia la mujer, ingresa en la vida social y forma familia, con más disposiciones para libertino y tirano doméstico que para hombre, marido y padre (...) En todo buen discípulo de la educación sacerdotal, si no hay un misógino, se encierra un prudhoniano que solamente admite dos rangos en la mujer: cortesana o ama de llaves"
Y, con las monjas, no admite reparos:
"Buena, perfecta, la monja es mujer incompleta y por consiguiente una mala institutora que hace de la escuela un remedo del convento en vez de transformarla en institución moral (...) ¿Qué saben de amor los corazones abiertos a Dios y cerrados al hombre? ¿Qué saben de maternidad los vientres que no sintieron el placer de la concepción ni el dolor del alumbramiento? Buena, perfecta, desviándose y desvelándose por igualar a la madre, la monja confunde la melosidad con la ternura, la inclemencia con la justicia, la hipocresía con el pudor, y solo consigue ofrecer una maternidad fría, empalagosa, de oficio, en una palabra, contrahecha o de encargo relance venal".
Y mete una cuchara incómoda en el feminismo de entrecasa.
"¿Ignoramos la elevación moral de las protestantes? ¿No sabemos que en Estados Unidos y las naciones reformadas de Europa las mujeres brillan por su ilustración y carácter? ¿No vemos que la ascensión del alma femenina coincide con el descenso del Catolicismo? Aunque no pertenezcamos a ninguna secta religiosa, tengamos la buena fe de reconocer que el Protestantismo eleva a los individuos y engrandece a las naciones, porque evoluciona con el espíritu moderno, sin ponerse en contradicción abierta con las verdades científicas. El Catolicismo, al decretar la fe pasiva, nos mantiene emparedados en el Dogma, como al cadáver en un ataúd de plomo; la más intransigente y absurda de las comuniones protestantes, al declarar el libre examen, deja una ventana siempre abierta para evadirse al racionalismo. Si la ortodoxia católica merece llamarse una religión de estancamiento y ruina, díganlo España, Irlanda, Polonia y algunos estados de Sudamérica."
Aunque, no entiendo cómo del protestantismo terminaron apareciendo todas esas iglesias evangélicas de hoy, mezcla de show de Miami y conducta bizarra.
Claro, que el resto de la educación privada -patriotera y devota del poder- no se queda sin mácula:
"Nuestros procedimos en sentido inverso: figurándonos que nuestro empirismo semiteológico y semiescolástico era el summum de la sabiduría, cerramos el paso a todo lo que no fuera esclusivamente nacional y nos entregamos ciegamente a la iniciativa de nuestros hombres. Y ¿qué tuvimos? Lo de siempre: buenos sabios que de la instrucción pública hicieron un caos, buenos hacendistas que nunca organizaron un solo presupuesto, buenos diplomáticos que celebraron convenciones funestas, buenos marinos que encallaron los buques y buenos militares que perdieron las batallas."
Y un guiño a quienes, con toda la concha (y toda la simpatía de nuestra parte), medran y disfrutan del poder:
"Nada tan cobarde como la generación que paga sus deudas endosándolas a generaciones futuras".
Eso ha sucedido los últimos treinta años.
Pero es febrero. Y acaban de morir mineros obligados a trabajar como si estuvieran en la Edad Media.
Y a a nadie le importa un carajo.
P.D. Leer este mes no solamente El Tungsteno de César Vallejo, sino también el cuento Cobriza de Feliz Huamán Cabrera. Antes a la gente le hervía la sangre la injusticia cotidiana. ¿Y hoy?
Casi vale la pena que nos disparen las monjas. Y nuestras mujeres se emparejen con los chilenos.
¿Qué? ¿Ahora sí te escandalizas? Joder!!