Cuando puedo, huyo de Lima. Cuando sale alguna posibilidad de escapadita, aunque sea pagando del bolsillo propio, me largo. Sea una tarde en Huaraz o dos apurados días en Ayacucho, lo prefiero al run rún cotidiano de la capital. Caminar por el paseo marítimo de Huanchaco, deambular por los alrededores de Huánuco, meterse en los mercados de Huancayo. Caminar, sencillamente caminar, respirar un aire distinto, mirar otro país. Prefiero cualquier placita de Abancay a los bulevares de San Isidro o el mercado persa de Mesa Redonda. Y, ojo, no es ni por motivos turísticos ni publicitarios ni por pillar pareja (aunque en esto, ejem, la carne es débil y el país tan lindo...bueno, mejor lo dejamos). Lima se ha hecho irrespirable, con un alcalde que parece haberla bombardeado a conciencia y donde por encima de las iniciativas culturales, siempre truenan los parlantes de los telediarios sensacionalistas y mentirosos, el choleo internalizado en la mayoría de sus habitantes, la asquerosa propaganda gobiernista y la cínica quietud de los círculos culturales adinerados que vivien encantandos de sus guettos simbólicos y reales. Odio Lima.
Andrea Naranjo, una de las personas más preocupadas por encontrarle sentido a esta ciudad, nos señala que "Tal vez estemos ante la inminente emergencia de nuevos espacios públicos que corresponden a una megalópolis, una ciudad - región inmersa en procesos conurbanos donde surgen nuevos espacios públicos fuera del clásico centro urbano, ( hoy en neo proceso de rescate cultural) que conocemos". Es decir, no hablar de una Lima sino de diversas Limas -cada una, a su bola- que construyen sus propios espacios públicos, sus nuevos "centros". Es decir, además de la Lima pituca que del sur miraflorino sube hasta el este de La Molina, tenemos la Lima de los conos (que quizá se subdivida en varias), la Lima de Vitarte y Huaycán e incluso conurbaciones propias como San Juan de Lurigancho que ya aspira virtualmente a convertirse en la próxima provincia de la región Lima. El Centro -contaminado y ruidoso- aún se mantiene como nexo común entre diversos colectivos, sobretodo en el mundo de la cultura, gracias a la oferta de sus libreros, sus centros culturales gratuitos y sus cantinas relativamente baratas.
El dilema está en si potenciamos ese espacio en común que es el Centro y sus alrededores o buscamos salidas en políticas paralelas en cada uno de esas nuevas conubarciones limeñas que existen en los conos. A nivel de consumo, ya se están consolidando en los conos Malls, bulevares comerciales, firmas importantes, academias de preingreso y sucursales de prestigiosos centros de idiomas: La gente joven del cono sur no tiene por qué salir más allá de Ciudad de Dios y el eje de Santa Anita se ha convertido en el "Centro" de los grandes eventos de música popular. ¿Por qué insistir en un Centro tradicional, fuera de las vigorosas economías periféricas, continuamente maltratado por la administración pública?
Por otro lado, la vida cultural en las diversas Limas es muy relativa. Las iniciativas del tipo del FITECA en Comas o el Foro de la Cultura Solidaria que se da en Villa el Salvador, pese a su continuidad no han dado paso a una mayor multiplicación de iniciativas culturales. El caso del Centro Cultural Martín Olivos es aún un desafío a evaluar. Podemos ver el vaso medio lleno (total, son iniciativas sin la financiación que merecen y trabajan en un ambiente culturalmente eriazo y hasta hostil) o también medio vacío (no hay centros culturales ni artísticos del nivel de los bulevares comerciales, su peso en la juventud es ínfimo). Es decir, que el Paraíso tampoco se encuentra en los conos.
Quizá la solución está no tanto en temas geográficos (Los conos contra el Centro) como sí en buscar iniciativas culturales reales que puedan articularse con la sociedad. Y aquí hay que aprender de otras ciudades del Perú: Hace un par de años, el gobierno regional de Loreto llegó a editar libros de más de una docena de escritores loretanos vivos (con pago de derechos incluido) para que se repartieran por los colegios de toda la región, lo que no quita espacio a iniciativas privadas como la Semana del Libro en Iquitos y que esta ciudad se haya vuelto todo un referente en la plástica peruana moderna.
En Puno, el departamento de proyección social de la Universidad del Altiplano ayudó a que la ciudad llegara a convertirse en un faro cultural que no sólo publicaba ensayos, poemarios y la celebérrima revista Apumarka, también ha realizado charlas de orientación vocacional brindadas a nivel de colegios secundarios, presentaciones artísticas y culturales, proyecciones de video, seminarios, foros, y cursos diversos, además de la organización de asistencia técnica a sectores organizados de la población (y tengo necesariamente que mencionar la gestión del escritor puneño Jorge Flores Aybar).
Quizá donde haya más que aprender es en Chimbote, ciudad vista tradicionalmente como caótica e "inculta". Bueno, Chimbote es hoy foco cultural activo merced a una alianza entre diversos sectores sociales (editoriales, escritores, libreros, profesores de colegio) que han hecho que los estudiantes chimbotanos lean bastante a sus escritores locales, tengan ya una formidable generación de escritores jóvenes y asisten masivamente a eventos culturales. Eventos sui géneris como organizar manifestaciones literarias por las calles en alianza con bandas musicales de colegios, realizar polladas culturales mezclando recitales con actividades lúdicas pro-fondos o invitar a queridos conjuntos musicales locales (Los Rumbaneys o Los Pasteles Verdes) a que interpreten sus temas en presentaciones de libros , creando inéditas relaciones entre literatura, música y cultura popular (y aquí también tendré que citar necesariamente a Jaime Guzmán Aranda, director de la editorial Rio Santa y un promotor cultural que se merece un post propio).
¿Puede hacerse algo parecido en Lima?¿Se pueden crear redes culturales de ese tipo que hagan de los libros cultura viva y no un bien superfluo? ¿O la extensión y el caos de esta megalópolis hace imposible aprovechar las iniciativas de otras ciudades peruanas? Es una pregunta que no puedo responder. Lo único que sé es que nada podremos esperar de la actual Municipalidad (allí la ven, demorándose en la reconstrucción del Teatro Municipal para que su inauguración coincida con la próxima coyuntura electoral) y que cualquier proyecto tendrá que nacer de nuestros desfinanciados pechitos.
Mientras tanto, hago mis maletas, me voy a un Encuentro de Escritores Ancashinos en la ciudad de Marca. A lo mejor allí encuentre otro ejemplo de como devolver -culturalmente- Lima a los limeños.