jueves, 31 de diciembre de 2009

LA DÉCADA INÚTIL. Un balance y liquidación cultural.


Me uno a los anglosajones que gustan de terminar las décadas en cero siempre y no en uno como debiera ser. Como ellos mismos, lo hago para que esta década termine cuando antes. Una década que para muchos ha sido prescindible y negativa. Me remito a la terrible sentencia del celebrado Nobel Paul Krugman que ha calificado esta década como el Gran Cero (Cero crecimiento del empleo, cero progreso económico, cero ganacias en bolsa, etc.) por no citar a la periodista española Patricia Godes, quien ha sentenciado estos últimos diez años como la Década de la idiocracia, una década en que "el incompetente, el necio y el drogado han accedido a puestos de responsabilidad y han podido tomar decisiones asesinas e ilógicas contra el medio ambiente, la sensatez, la decencia, el buen gusto y la misma supervivencia de la especie con toda impunidad".

Culturalmente, esta ha sido la década de la consolidación de las Nuevas Tecnologías, de la Pangea Multimedia, de la sociedad del espectáculo y de la frivolidad de los discursos culturales muy ligados al mercados. La década de una producción de artes plásticas que empezó full post-conceptual carísima y que terminó, por mor de la crisis mundial, en deliciosamente hípermaterial austera. La época del cine de animación puro y duro, de guiones tan débiles como taquilleros, falsa ética anti-Disney y mucho discurso juvenil de Hannah-Montana. La Gran Era de los Videojuegos, donde los internautas más adictos han terminado siendo coronados reyes del universo en el interior de sus cochambrosos dormitorios. La década de nuevos estilos de ficción televisiva que, gracias al cable, permitan obras de arte que el peruano común alquila o piratea.

Ha sido la época que reubicó la industria musical, vencida por el auge de implacables descargas de internet y copias de productos culturales sin derechos de autor. Hoy los legendarios grupos rockeros que ni sabían ni les interesaba dónde se encontrara nuestro fucking país, ahora humildemente ofrecen conciertos como alternativa a la chequera cero que les dan sus antiguas casas disqueras. Porque hablamos de auténticos jubilados y decadentistas de la música pop que arriban a un país con una cultura rockera solo anidada en un pequeño círculo capitalino. Por no hablar de cantantes tramposas que muy tarde se enteraron del cambio de aires y vienen a mostrar sus curvas a Lima (ah, y también su música).

En esta década se consolidó la Gastronomía peruana como nuestro peculiar décimo arte, al calor de la enésima batalla del Pisco, los éxitos simbólicos de nuestro turismo y las derrotas mediáticas de la competencia sureña. Hoy, Lima es la ciudad con mayor número de escuelas de cocina per cápita del mundo. Y, detrás del Mito Gastón Acurio, hoy miles de desheredados sueñan con ser chefs y largarse al extranjero renovando las locas ilusiones del peruano de a pie que quiere conquistar fuera lo que su propio país no le da. Y resulta de bastante humor negro el saber que un país con la Mejor Cocina del Mundo tiene unas sonrojantes tasas de desnutrición crónica infantil.

Entre la literatura y las Nuevas Tecnologías, ha sido la década de los Blogs, que han tenido su época de oro, antes que nuevos formatos como el féisbuk y el incomprensible twitter les ganaran la carrera en el inframundo de las Redes Sociales. Hoy los escritores trabajan sobre PCs, muy poquitos se siguen aferrando a la máquina de escribir eléctrica y ya nadie (ni siquiera los freakies) usan una entrañable máquina de escribir mecánica. Los diccionarios digitales, el google y -como mencionaba alguna vez César Hildebrandt- la Rica Wiki; son los nuevos soportes de conocimiento (y, por desgracia, también de análisis) de los jóvenes intelectuales del siglo XXI.

Ha sido una década rara en literatura, donde entre la fascinante novela de Chabon sobre la época de oro del cómic americano y la celebrada trilogía de Stieg Larsson (o entre la autobiografía en original clave gráfica de Satrapi y el Canto personal a la Desolación de Corman McCarthy); medra un preocupante vacío creativo en el supermundo editorial transnacional que premia reportajes fáciles disfrazados de ficción, budismo de entrecasa o esoterismo barato. Hace años -y ciñéndonos a nuestra lengua- teníamos un Borges, un Lezama Lima, un Cortázar, llegamos a tener un Bolaño ¿Qué tenemos hoy? ¿Quiénes nos enseñan a escribir mejor?

En el Perú la paradoja es aún mayor, pues esta década ha visto la consolidación de una narrativa de diversas partes del país y el nacimiento de vigorosas promesas (el loretano Cayo Vásquez, el chimbotano Fernando Cueto, el propio Daniel Alarcón de ultramar, amén de una serie de jóvenes escritores que este señor se precia en citar) mientras la cultura letrada sigue arrinconada en el hábitus general del país, sin obviar las argollas de los escritores mediáticos que, luego de la Batalla de Madrid, siguen sin enterarse que hay vida más allá de sus cinco distritos dorados de Lima (¿para qué enterarte si terminas haciendo tu vida en el extranjero?).

Termina una década donde francamente hemos quedado con amargos regustos en la boca (nació Otro Muro y tenemos otro Campo de Concentración). En esta odiosa comparación fotográfica nos percatamos que incluso hemos retrocedido en la historia.

No quisiera irme con ánimo pesimista y -de cara a la próxima década- me aferro al enorme crecimiento de nuestra literatura patria (año tras año, se publican más títulos, aunque de poco tiraje), el surgimiento de nuevos nombres en la literatura y la consolidación de reconocidos escritores nacionales (todos niguneados pero ¡da igual! siguen creando), la curiosa carambola del Plan Lector en los colegios (que adolece de indudables carencias pero que ha terminado creando un nuevo mercado activo para cientos de escritores peruanos) y el sostenido crecimiento de una literatura peruana en otras lenguas nativas (sí, son pocos, pero son).

Y, para esperanza, qué mejor que aquellas palabras de José María Arguedas, dichas casi a propósito para darnos ánimos y fuerzas:

"No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4.000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo".


Larga vida al Perú en la noche de los tiempos.




* Algunos links de aquí fueron posibles merced a David Abanto, al señor Ausente y María Germaná. Repetidas gracias a los tres. Qué grandes amigos.

jueves, 24 de diciembre de 2009

TÓMENLO COMO UN REGALO DE NAVIDAD



Es Navidad, una fecha que para un servidor resulta bastante odiosa. No por el contenido religioso o las creencias ancestrales; sino más bien por el clima de hipocresía, convencionalismos, falso buen rollito y consumismo huachafo.

Pero este post no va a ser renegón. No vamos a perder el tiempo denunciando la fecha de marras ni haciendo un llamado a la solidaridad y la paz de los pueblos y tanta huevada sentimentaloide. No.

Hoy vengo a daros un regalo de navidad:

1977 fue un año en que los peruanos nos movíamos entre el triunfalismo gubernamental de los éxitos deportivos (campeones sudamericanos de basket y voley femenino, clasificación al mundial de Argentina) y la creciente movilización popular que obligó a la dictadura de Morales Bermúdez a convocar una asamblea constituyente y un calendario de elecciones generales. Pero en ese año pasó algo más.

El 20 de agosto de 1977, en el crepúsculo de la carrera espacial, la sonda Voyager 2 despegó, 16 días antes que su gemela, la Voyager 1 (El 24 de enero de 1986 lograría su máximo acercamiento a Urano, descubriendo 10 nuevas lunas del planeta). Bueno, frente a la posibilidad de que alguna civilización extraterrestre pudiera detectar e interceptar cualquiera de las sondas, los científicos de la NASA accedieron a incorporar en las naves algún tipo de información básica sobre el ser humano y la situación de nuestro planeta, una especie de mensaje en una botella interestelar.

Así, a las sondas Voyager se les incorporó un disco de gramófono conocido como disco de oro, que reproduce sonidos e imágenes que retratan la diversidad de la vida y la cultura en la Tierra. El contenido de la grabación fue seleccionado por la NASA y por un comité presidido por el entonces inefable gurú de la astronomía Carl Sagan. Se eligieron 115 imágenes, sonidos característicos del planeta (de animalitos como pájaros, ballenas o perros, naturales como el viento, el océano o un trueno, y otros más modernos, como un tren o el despegue de un avión), saludos en 55 idiomas, discursitos de rigor tanto del entonces presidente norteamericano Jimmy Carter como del entonces jefe de la ONU el ex-nazi Kurt Waldheim. Por último, una relación de obras musicales por países, buena parte de ellas de música clásica (Bach, Beethoven et al), pero también percusión africana, sonidos aborígenes australianos, cantos eslavos, mariachi mexicano o el "Johnny B. Goode" de Chuck Berry.

Lo que por aquí no sabemos es que en esa selección hay dos melodías peruanas y profundamente nativas. Osea, perfectamente desconocidas para el peruano medio de hoy en día. Es más, la producción latinoamericana del disco de oro se reduce a un mariachi jaliciense y a dos melodías andinas. Nada más. Ni chilenos, ni cubanos o argentinos. En el espacio exterior los alienígenas pensarán que el Perú es una potencia con una huella importante sobre el planeta tierra. A ver si es verdad.

Acá pueden escucharlo todo: http://goldenrecord.org/sounds.htm

Ese es mi regalo de Navidad.

Quienes aborrecemos estas fiestas podremos solazarnos escuchando también el Melancholy Blues de Amstrong (acá una versión guapa) o esta versión incomparable de El Cascabel. O airearnos con esta magia de Bach.

En estos días, hinchados de espantosa música navideña que pulula por todos los Malls limeños, es cuando más valoramos la riqueza de la buena música como extraordinario apagafuegos de los habituales incendios familiares. Venga, aprovechad.

Bonus track (osea, YAPA, que hoy soy generoso): Aquí es un sitio donde podemos descargar música no-comercial: jazz bands, música novelty, discos bizarros, desconocidas canciones latinas de los sesentas, los elepés clandestinos de Pérez Prado,etc, la locura). Gracias, de nada.

Ya está, disfruten todo lo que podáis. ¡ALLINLLA RAYMI, ALLINLLA MUSUQ WATA!