lunes, 29 de diciembre de 2008

Mi amigo, el del teatro (tardío homenaje a Harold Pinter)



Hace unos días murió Harold Pinter, Premio Nobel de Literatura del 2006, uno de los más grandes dramaturgos del siglo XX y uno de los críticos más agudos de nuestra (pos) modernidad.

Uno de los grandes, qué coño.

Aquí parte de su testimonio artístico:

"La verdad en el arte dramático es siempre esquiva. Uno nunca la encuentra del todo, pero su búsqueda llega a ser compulsiva. Claramente, es la búsqueda lo que motiva el empeño. Tu tarea es la búsqueda. De vez en cuando, te tropiezas con la verdad en la oscuridad, chocando con ella o capturando una imagen fugaz o una forma que parece tener relación con la verdad, muy frecuentemente sin que te hayas dado cuenta de ello. Pero la auténtica verdad es que en el arte dramático no hay tal cosa como una verdad única. Hay muchas. Y cada una de ellas se enfrenta a la otra, se alejan, se reflejan entre sí, se ignoran, se burlan la una de la otra, son ciegas a su mera existencia. A veces, sientes que tienes durante un instante la verdad en la mano para que, a continuación, se te escabulla entre los dedos y se pierda."

Y aquí parte de su testimonio político:

"¿Cuánta gente tienes que matar antes de ser considerado un asesino de masas y un criminal de guerra? ¿Cien mil? Más que suficiente, habría pensado yo. Por eso es justo que Bush y Blair sean procesados por el Tribunal Penal Internacional. Pero Bush ha sido listo. No ha ratificado el Tribunal Penal Internacional. Por eso si un soldado o político americano es arrestado, Bush ha advertido que enviaría a los marines. Pero Tony Blair ha ratificado el Tribunal y por eso se le puede perseguir. Podemos proporcionarle al Tribunal su dirección si está interesado. Es el número 10 de Downing Street, Londres".

Y acá su testimonio ético:

"La tortura supuestamente no existe porque un acuerdo internacional la prohíbe. Ahí termina el debate. Está prohibida, por lo tanto no existe. Hay una tendencia a olvidar a la gente que es torturada cuando está detenida. ¿Qué les sucede? Si salen, pueden quedar lisiados. O se mueren. A la gente no le importa demasiado. Turquía es una vergüenza. El gobierno y los militares en Turquía son una vergüenza. Pero pienso que el apoyo que reciben, como el de Estados Unidos y el del Reino Unido, es una vergüenza aún mayor porque gira en torno del comercio. Les vendemos armas y les acordamos créditos para mantener a los torturadores. Lo que sorprende es que Turquía tiene el mayor número del mundo de periodistas perseguidos. Si un periodista dice que los kurdos son gente inteligente e íntegra, comete un delito y es acosado. Mientras hablamos hay una persona que irá a prisión en Turquía por decir que un jefe kurdo es respetable. A la gente sólo se le permite decir que el kurdo es un terrorista".

El Kurdistán se parece muchísimo al Perú. Y no solo geográficamente. Siempre he creído que el drama del pueblo kurdo (un pueblo histórico sin Estado -con iguales pergaminos que el pueblo palestino- engullido por cinco países) es muy parecido a la tragedia peruana (una guerra interna por una comunidad virtualmente sin Estado real, con pueblos subversivos -y virtualmente icários- sin ningún respaldo internacional). Es decir, un escenario de impunidad de los poderosos bajo la indiferencia mundial y con un montón de muertos de por medio.

El deceso del -también virtual- camarada Pinter tiene mucho que ver con otro dramaturgo peruano recluido casi a cadena perpetua: Víctor Zavala Cataño, padre del teatro campesino en el Perú y de quien, posiblemente, solamente oiremos hablar en la hora de su muerte (lo siento, pero no hay reseñas decentes de él en internet, habrá que hacer una). Testigo de excepción de una generación de dramaturgos que no solamente criticó un stablihment cotidiano, sino fue capaz de crear un teatro popular, alternativo y -para muchos- hasta revolucionario . Un teatro que salió a las calles, que se presentó en las fábricas, que tuvo su casa en los sindicatos, que nunca se inmutó de mancharse los zapatos frecuentando los pueblos jóvenes y los asentamientos humanos.

Sí señores, en una época éramos una potencia mundial del teatro, cuando todas las facultades universitarias y los institutos pedagógicos tenían talleres y grupos de teatro, cuando todos nos fuimos a las plazas, las escuelas y mercados, cuando los encuentros nacionales de teatro eran multitudinarios y los grupos tantos que los festivales terminaban hasta bien entrada la madrugada (y sin chupar). Cuando, alojados en las aulas de algún colegio de provincias, comiendo con los cupones del comedor universitario y haciendo presentaciones en las estaciones de autobuses, hablando y aprendiendo con la gente común, los teatristas nos creíamos emperadores del universo.

Un teatro que, desgraciadamente, desapareció entre la hiperinflación del primer alanismo, la guerra interna y la zarpa artera del fujimorismo.

La muerte de Harold Pinter es la muerte de un tipo de teatro que se nutría de la crítica al poder, de un teatro político por excelencia, de un teatro que -sin ser panfletario- decía las cosas por su nobre y mostraba los conflictos a la luz de todos. un teatro para pensar, un teatro para indignarse, un teatro para luchar.

A ver si seguimos haciendo realidad la condena histórica de Pablo Macera:
"Un país que convierte en héroes a quienes quieren salvarlo: es decir, los mata".

Que el Perú del 2009 no mate a sus artistas, que los artistas de hoy se pongan las pilas y se atrevan a disputarle parcelas al poder, un teatro que le diga al gobierno fascista, fascista. Que desde las calles no se se hable de chacotas, racismo y bromas fáciles sino que se grite, se digan cosas auténticamente prohibidas, nos atrevamos a lo no permitido. ¿Acaso eso no es el corazón y la esencia del teatro?

Como dicen los viejos teatristas, ...Mierda, mierda!!Y aquí un texto de lectura obligatoria, el discurso de Harold Pinter cuando recibió el Nobel. Como siempre, diciendo al pan, pan y al vino, vino. Compáralo con lo que dicen nuestros intelectuales de entrecasa.

Un grande, nada marginal, totalmente actual.

Y como se decía en mis tiempos, honor y gloria

miércoles, 24 de diciembre de 2008

REFLEXIONES NAVIDEÑAS (escritas bajo la lluvia de cohetones en plena Nochebuena)


Bueno, yo, de creyente, ni michi. Y más bien siempre he comulgado con la tradición agnóstica/ateísta de la Ilustración, el anarquismo y el marxismo. La Navidad me revienta bastante por su exagerada hipocresía y porque suele ser el mejor refugio de las dictaduras.

El clima artificial de fraternidad y bonhomía por lo general sirve para que los gobiernos guarden bien la ropa sucia y ultimen grotescos espectáculos que contribuyen a la proverbial alienación de los mortales.

Sin embargo, no todo es opio. Hay una convicción de creer. Y es una convicción positiva. En un país sin instituciones, donde rige la ley de la selva y las desdichas gobiernan en la mayor parte del año; el creer en fantasmas detrás de la nubes y en narraciones mitológicas es explicable y hasta saludable, porque abren al ciudadano un horizonte de vida mejor y le proponen un código alternativo de conducta. El espíritu religioso puede legitimar tiranías, pero también hace la vida más soportable y propone un margen de humanidad en un sistema que vive de negarla. Por eso, desde que el mundo es mundo, la religión ha formado parte de nuestra cotidianidad y por eso la navidad pervive incluso en las sociedades más laicas y tecnocráticas. La religión se confunde con ese otro atavismo comunal que se llama tradición.

La tradición es la narración de la memoria y su persistencia. La tradición existe porque hay ganas de recordar nuestros orígenes y conocer nuestras raíces. La tradición es un rito que quiere decirnos quienes somos y a qué pertenecemos. Y, mientras no seamos todos lobos esteparios, todos queremos saber de dónde venimos y a quién nos debemos.

Claro, todo esto choca con el espectáculo del consumismo descarado y las celebraciones de apariencias y mentiras. Pero ¿acaso no se vive el mismo clima en las fiestas patrias en el que se exhibe una peruanidad ficticia e hipócrita?¿Acaso eso no sucede en nuestros cumpleaños cuando hasta nuestros enemigos nos desean parabienes? ¿Es posible acaso una ceremonia sin doblez ni oportunismo, ni farsa?

Pero quizá porque los ritos y las ceremonias, pese a su protocolo y etiquetas, son espacios distintos y excepcionales de la inmanente cotidianidad, son fechas donde puedes hacer algo que no lo sueles hacer el resto de los días. Hasta la ceremonia más seria y reglamentada guarda en sí una esencia carnavalesca: "hoy harás lo que no has hecho en todo el año, te estará permitido, lo podrás repetir cuando quieras y te aplaudirán por ello".

Por eso, ahora mi calle está que hierve de metralla, fuegos artificiales y pólvora festiva. Hoy la gente puede volarse los dedos con cohetones y ratablancas ilegales. Está permitido festejar así, porque -salvo año nuevo- no lo volverás a hacer. Eso le da sentido al resto del año que, seguramente, estará plagado de infelicidades y tropiezos. El rito, pues, te ayuda a seguir viviendo.

Este blog os desea un feliz solsticio de invierno, acontecimiento astronómico que dio pie a todo esto. Aquí una genial explicación.

ah, y salud!!


*La foto, de este estupendo blog.

lunes, 22 de diciembre de 2008

EL OCASO DE LA CUMBIA (post musical, youtubero y vacilón, va por las Fiestas)




Sí, hoy hablamos de música y vacilón ¿Qué pasa? La cultura popular también es eso. Y la literatura también, que no todo va a ser hablar de premios Copés y Varguitas haciendo footing. Y, para variar, vengo de aguafiestas.

Este año que termina ha coronado a la cumbia norteña, con la cual ha bailado (y cantado, y chupado) casi todo el país. Por encima de la mafia musical de Miami, la cumbia pituca, , el movimiento reggaetonero, la salsa chalaca o las divas folklóricas (me parece ocioso acá citar géneros recontraminoritarios como el rock peruano, el jazz nacional o los restos de nueva trova limeña); hoy lo que manda es el Grupo 5, los Hnos Yaipén, los Karibeños y otros émulos del Sólido Norte, al punto que encontramos cierta lógica que éstos se hayan convertido en la banda sonora del segundo alanismo.

Sin embargo, aviso, ese esplendor ya toca a su fin. ¿Por qué? Por esa maldición de gran parte de la música comercial peruana: la virtual ausencia de creadores.

Hace unas semanas en La Casona se celebró un sugerente conversatorio sobre música y salsa. No solamente participaron periodistas, poetas y científicos sociales, sino también intérpretes y productores de nuestras industrias culturales patrias. Y estos últimos recalcaban algo básico: La poca competitividad de nuestra música a nivel internacional. Causas teníamos varias: La escasa capacidad inversora de los productores, la ausencia de departamentos académicos de enseñanza musical, la competencia desleal de la piratería, etc. Pero había algo fundamental: La poca capacidad creativa de nuestros músicos.

Y es que crear es algo complicado, implica inteligencia, arte, dedicación y cierta independencia moral. No es algo que abunde así nomás. Lo que sí encontramos en todas partes son plumas mercenarias, copiones profesionales, bragados mermeleros y mucho mediocre. Eso termina hundiendo no solamente nuestra presencia a nivel global sino –a la larga- liquida la durabilidad y trascendencia de incluso nuestros géneros más exitosos.

Para nuestra cumbia norteña hubo un momento rompedor (basado en la reutilización de la antigua cumbia tropical peruana) que dio cuenta de notables productos, gracias a la creatividad de todo un señor llamado Estanis Mogollón (autor, por ejemplo, de ésto). Luego de la breve primavera, nuestros grupos bandera de cumbia tuvieron que buscar cómo mantener el éxito del género. Podían haber intentado crear más, buscar temáticas y sensaciones distintas al manido tema de “adiós maldita, te dejo pero te amo” que machaconamente se repite en varios hits. Pero se echó mano de lo más fácil y eso fue buscar otras versiones de lo mismo. Así se adaptaron descaradamente viejos éxitos del Puma Jose Luis Rodriguez , hits de la canción romántica italiana de los años setenta o se copió sin roche este conocido tema mexicano (cuya agresividad machista alcanza niveles que el Perú no se dan, quizá de ahí el morbo y el vacilón).

Pero el año se acaba, viene el verano y el público inicia un nuevo ciclo de consumo (vieja ley de la música comercial: todo tiene su plazo, no puedes continuar indefinidamente dando lo mismo). Y el resultado ha sido volver a copiar, y esta vez se ha echado mano de viejos y recientes éxitos de la música andina, tanto en su vertiente tradicional como en la más pop. Así, se ha cumbambiado –valga el neologismo- tanto un éxito del malogrado autor ayacuchano Paul Trejos como este bombazo del chichafolk peruano.

Pero lo que me ha puesto los crespos hechos es la adaptación morbosa y simplona de un viejo (y entrañable) taquirari del oriente boliviano, El sombrero de Saó, masacrado a conciencia por nuestros exitosos grupos y convertido en este nuevo superhit. Si revisan los comments del youtube es explicable las airadas protestas de los internautas del altiplano que ven cómo el Perú de Alan les roba y degrada pedazos de la cultura de un país que está ahora en pleno auge nacionalista (para bien y para mal, porque allí se bronquean por la versión punkcruceña de la mencionada canción).

Como ahora esa música llenará todas las macrodiscotecas y fiestones de fin de año, los profesionales del género están felices. Pero no se fijan en que no hay síntoma más claro del ocaso que la recurrencia casi mecánica a la copia y a la segunda mano. La inspiración –que en algún momento la hubo, al elegir las canciones por ejemplo- ya se acabó, ahora solo queda meterle metales, bongós y coreografías a lo que venga.

No siempre fue así. Ahora en el Centro Cultural de San Marcos podemos ver una extraordinaria exposición sobre el folklorismo de masas en el Perú, aquella aventura entre artesanal e industriosa, en parte telúrica y en parte oportunista que terminó levantando la música popular en primer plano y cambiando definitivamente el ecoambiente sonoro de este país.

El desprecio por la creación y la apuesta por la adaptación fácil no son algo gratuito. Se relacionan claramente con la ruina de nuestro sistema educativo y el desdén del Estado, las clases dominantes y sus poderes fácticos por la cultura: Un país donde se valora más la construcción de una autopista por encima de la infraestructura universitaria y el patrimonio arqueológico, donde bibliotecas o museos son vistos y usados como salas de banquetes y conferencias, donde la tacañería del Estado convierte a encomiables profesionales de la cultura en víctimas vulnerables, donde se censuran creaciones con total impunidad, donde a la hora de crisis se evidencia que la cultura es la última rueda del coche. Eso es lo que hay.

En ese país ¿es de extrañar que hasta sus músicos más exitosos terminen plagiando? Es más ¿es de extrañar que a amplias masas les guste disfrutar de plagios atroces y adaptaciones baratas?

Total, como los chilenos han terminado copiándonos, no pasa nada, nos sentimos chéveres y en las nubes. Chupa nomás y seguimos bailando.

Y no es justo para un género que ya se ha ganado un nombre propio.


*La imagen, sacada de una preocupante noticia de carabayllo.net

viernes, 12 de diciembre de 2008

Políticas culturales desde arriba y políticas culturales desde abajo




A partir de la demagógica idea de crear un Ministerio de Cultura y al calor de algunas actividades que nuestro nacionalcatólico INC viene organizando en las últimas semanas, se ha vuelto a discutir sobre la necesidad (más bien la viabilidad) de las políticas culturales –o, dadas las circunstancias, siquiera de alguna política cultural- en el Perú.

El sociólogo Santiago Alfaro, en un blog que se renueva menos aún que el mío, señala la necesidad de una financiación mixta a la cultura, que combine la inversión estatal cualificada (fondos nacionales), la exoneración de impuestos a las inversiones privadas en cultura así como una novedosa ley de mecenazgo: Lo ideal no es optar por el financiamiento privado o público sino por ambos. Una manera de hacerlo es la formulación de fondos nacionales y leyes de mecenazgo, entre otros marcos normativos y programas institucionales. Con ello se diversificaría la fuente de recursos para la sostenibilidad de las actividades culturales, contribuyendo a la ampliación de las opciones de los ciudadanos para crear y consumir autónomamente”.

Suena bonito, y más ahora que han regresado las Galas de Beneficencia para los Pobres.

A mis años, ya me he convencido que tienen que pasar cosas muy fuertes en este país (una revolución, por ejemplo) para que el Estado gaste en cultura de forma, digamos, decente. No nos comparemos con Francia, que lleva medio siglo gastando presupuestos peruanos enteros en programas culturales. Hablemos de países más cercanos como Chile, cuyo liberalismo tan cacareado por sus copiones peruanos es capaz de becar poetas, cosa que en el Perú suena no digo a cachita, sino a utopía.

(Y he dicho Chile para pasar piola, porque si nos referimos a países más cercanos todavía encontramos propuestas que en el Perú son simplemente inimaginables o se nos ponen como delirantes.).

Estamos en el sótano de las políticas culturales de Estado, por si alguien no lo sabía. Somos los trogloditas de Sudamérica. Nadie lo diría con la tremenda oferta histórica y cultural que vemos todos lo días pero así es. Cuba, país más pequeño y con muchísimo menos patrimonio arqueológico, histórico y cultural que el Perú es nuestra hermosa odiosa comparación: "La Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO) concluyó en su informe anual, que Cuba es el único país de América Latina y el Caribe que cumplirá la Meta del Milenio de Educación para Todos, ocupando el primer lugar con un Índice Alto". Sí incrédulos, verlo aquí.

En cuanto al sector privado, que no nos encandilemos con las superstars del norte peruano, donde las empresas invierten selectivamente en proyectos turísticos muy rentables y punto. De hecho, el sector privado se centra en asuntos de corto plazo como carísimos libros fotográficos, eventos literarios selectos y puntuales, full turismo y nuestras creaciones heroicas de fin de siglo como la gastronomía. Háblenles a los empresarios de proyectos culturales a mediano plazo y de mayor impacto masivo y ya veréis lo que les dicen (o la forma como le dan el portazo).

Dicho en plata ¿Por qué el sector privado se gasta una millonada en libros de lujo sobre los auquénidos del sur peruano y no le da la gana de apostar por una red de librerías en el Perú? O, siendo ya realsocialistas ¿Por qué, siquiera, no invierte en las comunidades campesinas ganaderas?
Además, en los días de hoy, la crisis financiera es la excusa perfecta para darte siempre de menos.

Pero, optimista del ideal, en otras partes veo otras formas de políticas culturales. Y me centro en literatura.

Hace uno meses sucedió el VII Encuentro Nacional de Escritores Jesús Manuel Baquerizo en Ayacucho. La iniciativa partió del humilde Gremio de Escritores del Perú y del Centro Cultural de la Universidad San Cristóbal de Huamanga. El empuje final lo puso su director, el poeta y hombre de teatro Marcial Molina Richter. Fue una carrera contra el tiempo para montar el evento en menos de dos meses y casi sin recursos. Pero salió. Lo más importante: Los escritores fueron inmediatamente destacados en tríos a los colegios e institutos pedagógicos de la ciudad para que hablaran con los escolares difundiendo el amor por la lectura. Lo que dio no solamente jornadas de escritores (que se peleaban por estar en las ternas) que hablaron con escolares durante más de seis horas, sino de escenas de excepción como la veintena de colegialas que asaltaron el vestíbulo del hotel en búsqueda de Oswaldo Reynoso, como si fuera un auténtica estrella de rock. (Más o menos, así lo es).

Uno de los resultados de ese evento fue que la Revista Peruana de Literatura , con la colaboración de los docentes y autoridades, ha convocado un concurso sobre narrativa mítica entre los escolares de los dos colegios más numerosos de Huamanga.

Meses más tarde, el distrito de Marca -un distrito digo, no una cabecera provincial ni mucho menos capital de región- organiza el XVI Encuentro de Escritores Ancashinos de forma apabullante. Allí, nos recibieron con banda de música y lluvia de flores -qué quieren que les diga, dudo que vuelva a gozar de este tipo de recibimiento en los años que me quedan de vida, ojalá me equivoque- nos dieron a a comer lo mejor de sus fogones y nos llevaron a conocer sus tesoros ocultos (hartos dibujos rupestres...) y no tan ocultos (sus pallas, tan fabulosas como las de Corongo). En ese pequeño pueblo, de difícil acceso, donde no hay cobertura para telefonía celular y suelen cortar la luz por las noches; el conocido artista plástico César Quispe Virhuez Quispejo montó una pinacoteca de lujo en el único gran colegio de la localidad (exhibiendo cuadros de pintores residentes en el extranjero, que que valían más que todo el presupuesto del gobierno local), los escritores donamos libros para la futura biblioteca municipal (que ya está en funcionamiento) y, ante un auditorio repleto, los estudiantes de secundaria interpretaron frente al dramaturgo Áureo Sotelo una de sus obras ante el entusiasmo general (pocas veces he visto la poderosa magia del teatro como en ese momento). El esfuerzo de llevar a casi cuarenta escritores peruanos se hizo no solamente por el esfuerzo del consistorio sino con la participación de toda la población que abrió sus casas y acondicionó dormitorios para los participantes. El dinero gastado durante ese evento, con seguridad, ha sido bastante menos que cualquier brindis de honor ministerial.

¿Adónde quiero llegar? Que en el Perú hay muchos más actores sociales que pueden involucrarse en las empresas de gestión cultural además del Estado o la empresa privada. Me refiero a gobiernos regionales y locales, organizaciones de la sociedad civil, colegios profesionales, universidades e incluso instituciones educativas (los colegios nacionales -y algunos privados- son un aliado estratégico, un territorio siempre amigo, un lugar aún indisputado por las grandes transnacionales). Gente más allá de la burocracia centralista. Quienes defendemos una cultura popular debemos ya tener nuestras propias redes, activar nuestros propios circuitos, generar nuestras propias dinámicas. Y hacerlo desde abajo.

No es pensar en pequeño, es realismo. Y no es apostar por una utopía sino invertir en experiencias que funcionan. Que otros esperen sentados la inauguración del Ministerio de Cultura, nosotros tenemos mucho que hacer.
Y el gran Quino, una vez más, nos lo señala clarísimo.







lunes, 8 de diciembre de 2008

LA VAINA DE LA LITERATURA CHICHA




Dorian Espezúa, una de las voces autorizadas de la nueva crítica andina de la literatura peruana (sino el que más), profetizaba en su ya celéberrimo artículo en la la ya celebérrima revista Casa de Citas que “el día que se escriba un novela chicha, aquél se llenará de dinero”. Espezúa –como este servidor- no ve en lo chicha un asunto de estigma, todo lo contrario. Lo chicha es una evidencia de la potencia creadora de nuestras clases populares, una nueva estética que nace de las nuevas expectativas, las nuevas tecnologías, los nuevos sujetos y la nuevas dinámicas sociales en el Perú. Es una estética ya tiene músicos, gastrónomos, arquitectos y hasta ensayistas, pero que busca su ingeniero, su novelista y -pese a los intentos- su poeta (además del necesitaado Domingo de Ramos). En fin, dejándose de huevadas y para ser más parcos, hablar de lo chicha es hablar de la modernidad en el Perú. De lo que hay acanga. Nos guste o no.

Para un servidor, lo chicha, como todo lo popular que se le escapa al control de las clases dominantes, tiene necesariamente que poseer una impronta rebelde, alternativa y, carajo, hasta clasista:

"Lo chicha es también la emergente burguesía de matriz provinciana cuyo accionar incluso traspasa las fronteras. Chicha también es la voluntad de modernidad de los descendientes de los migrantes, su permeabilidad a la innovación, su búsqueda de satisfacer y potenciar el consumo interno. Chicha han sido muchas iniciativas ciudadanas realizadas frente a la omisión del Estado y sus instituciones (las medidas extremas y ejemplarizantes que se toman en los asentamientos humanos contra la impunidad de la delincuencia). Chicha es la búsqueda experimental de nuevas estéticas, de nuevos gustos, de nuevos productos que no buscan copiar modelos anteriores pero tampoco negarlos (el nuevo porno de consumo popular, el desarrollo de una sub-industria independiente de DVDs que va desde la reproducción de recitales cómicos callejeros hasta la elaboración espúrea y a retazos de documentales de corte histórico y político) Chicha son los caminos plurales –aunque muy contradictorios- por donde recorren las disciplinas y los oficios que han sido reapropiados por estos nuevos sujetos (véase el abanico simultáneo y yuxtapuestos de diversos subgéneros de la música andina moderna) Chicha es también los aportes inéditos que se dan a la cultura contemporánea: Sean los motivos y colores estéticos del pintor Christian Bendayán, sea los nuevos discursos cinematográficos (novísimos, bizarros, ¿fundacionales?) del nuevo cine andino ( el melodrama post-hindú de El Huerfanito, la construcción de un cine de terror trash peruano en El regreso de los Jarjachas). Chicha es la aparición de una prensa informal pero que busca conectar con el consumo de sus pares: Sea la publicación de folletería explicativa de gestiones legales imprescindibles aunque lejanas, sea el boom de la prensa de medicina natural, sea la aparición de secciones y titulares en los periódicos que abordan directamente el tema de la emigración y búsqueda de trabajo en el extranjero.

Por último, el término de chicha es una hermosa metáfora de la chicha misma: Es un producto nuestro, de elaboración artesanal y consumo masivo. Como la bebida andina, forma parte de la tradición pero ha persistido con éxito en la construcción de nuestra oriunda modernidad (la chicha es una bebida con mucha presencia en fiestas populares, es un recurso habitual para conseguir dinero extra en alguna actividad pro-fondos, busca asentarse en otros mercados embotellándose y ofreciéndose en ferias y supermercados).

Y, sobretodo, la chicha es fermentación. Y representa la maceración de diversas generaciones de pobladores, de experiencias, de aprendizajes. Los increíbles caminos de la cultura chicha son producto de décadas de desarrollo continuo, una avenida furiosa de múltiples carriles, cada uno enredándose y desenredándose con los demás y construidas en un proceso discontinuo, a veces casi caótico, pero ininterrumpido".


¿Soy romántico? A ver si la chicha no es otra cosa que un revival sentimental del proceso cultural que tenemos los últimos cincuenta años. Sabiendo que todo empezó, crudamente, aquí.

Buscamos una identidad. Eso está claro. No nos gusta nuestro Estado (y gobierno) que tenemos, y nuestra infraestructura cultural no nos ayuda mucho. A lo mejor nuestros jóvenes escritores son demasiados académicos y han abandonado la saludable senda de la calle. Quizá, como discutíamos con los escritores Miguel Ildefonso y Fernando Carrasco en nuestra querida casa de estudios, la mayoría de nuestros escritores jóvenes no hablan del fenómeno chicha ni de nuestra lujuriosa contemporaneidad y prefiere escribir sobre nuestra raíces andinas -virtualmente bucólicas- o se vacían en novelas históricas. No nos gusta lo que vemos, muchos sentimos que la modernidad andina es jodida:


"Y es que lo chicha está vinculado a la ola de periódicos sensacionalistas que produjo el servicio de inteligencia del fujimorismo. Lo chicha está vinculado a los tristes personajes que rondaban en los programas de Laura Bozzo y sus imitadores, lo chicha eran las nuevas ofertas alimenticias pródigas en mezclar sabores dispares (la mazamorra con el arroz con leche, los combos compuestos por papas a la huancaína, cebiche y tallarines). Chicha era no sólo la nueva industria de reproducir CDs y DVDs sin permiso del autor (actividad también llamada piratería audiovisual) sino también los ambientes donde estos productos se distribuyen y consumen. Chicha es la estética chocante de los afiches que promocionaban antes la música chicha, luego la tecnocumbia y ahora los conciertos de Dina Páucar o Sonia Morales: Colores violentos, fosforescente, tipos de letras desproporcionadas. Chicha es la manera de hablar en las radios chichas: Estridente, atropellada, repetitiva. Chichas fueron (y son) muchos políticos que, haciendo gala de su incultura, medraron en el fangal del fujimorismo. Chichas son esas vedettes semianalfabetas que se blanquean con tintes y siliconas. Chicha es lo deliberadamente informal hasta la delincuencia, la combinación llamativa por lo exagerada y lo antiestética. Las connotaciones negativas de lo chicha son infinitas y, lo peor de todo, las hemos internalizado y las percibimos ya como normales".

A lo chicha lo ha contaminado la corrupción fujimontesinista, la prensa amarilla y sus hijos espurios de los despachos y la calle. Escribir sobre ellos no es sobre el pujante empresariado cholo sino sobre cómo los nuevos segmentos sociales se integran a la cochinada del sistema.

O, carajo, quizá el asunto sea más clasista de lo que se pensara, y el problema sea que los sectores más privilegiados de la gran migración hayan preferido pactar con las clases dominantes. Que Gamarra sea no un ejemplo de la pujante inicitativa migrante sino un capítulo más del acomodo con el poder. Un rollo complejo que a los escritores jode, porque siempre joden las cosas ambiguas, poco claras, relativas…

Para mí , la literatura chicha solo funcionará como literatura agresiva de liberación. Una literatura que hable de las coimas de la policía, de las miserias del poder judicial, de las carencias del sistema educativo, de las contradicciones de la explotación del trabajo infantil, de las taras de la familia verticalista, del carácter ambiguo de las mujeres peruanas (emprendedoras, imaginativas, temporalmente explotadas pero siempre marginadas en las decisiones del poder) de las formas creativas que cualquier peruano de a pie fabrica frente a las adversidades, de cómo le metemos el dedo al poder. Y eso quizá dé mucho miedo hacerlo.

No sé si Dorian lo sepa, pero la futura literatura chicha no solamente será comercial, tendrá que ser revolucionaria.

Chucha! Cojones, escritores. Bueno, aunque suene machista. Necesitamos escritores con su par de huevos (o su equivalente feminista) Total, necesitamos una escritura visceral y total.
Bueno, tranqui todos.
Como final, con buen ánimo, bailen con una Rita Pavone más proletaria que nunca, con martillo y todo (ya los quiero ver con una esposa en ese plan). O un poquito más light y cachonda. Con los tiempos que corren, parece que otra vez la revolución es el futuro. Sea.
Actualización. Para que siga el debate, este ensayo de Miguel Angel Vallejo.

martes, 14 de octubre de 2008

Franquismo a la peruana



A vista y paciencia de todos -y con una buena recaudación taquillera, hay que mencionarlo- se exhibe en nuestras salas la película (es una forma de decir) Vidas paralelas. Empresa financiada y orquestada por nuestro invicto Ejército (también es una forma de decirlo) con lo cual se cumple un sueño largamente acariciado por el general Edwyn Donayre (que, además de Comandante General del Ejército, aprovecha cada momento mediático para exhibir sus dotes de comediante): Que aparezca ante el gran público la versión de los militares sobre lo que ellos denominan -con bastante eufemismo- "la pacificación del Perú".

Antes del estreno las críticas aparecieron por doquier en la blogósfera (aquí, acá y acullá incluso) haciendo hincapié en la figura de una película sobre nuestra guerra interna financiada por uno de los bandos, lo que ponía en bastante tela de juicio su objetividad, por no decir la abierta contradicción ejercida por el Comandante General del Ejército de financiar su película, pero silenciar otras interpretaciones artísticas sobre nuestro conflicto. Ah, y más dudas: ¿La versión del Ejército tendrá que ser la versión del Estado, ya que esta película ha sido financiada con la plata de todos los peruanos? ¿Y acaso no es el colmo que haya dinero fresco para que el Ejército ruede su film propagandístico mientras CONACINE se vuelve cada día más rácana e indolente a la hora de finaciar producciones peruanas independientes?

Bueno, como si fuera poco, el (tele)film contiene un componente tremendamente nocivo. Como lo indica el conocido abogado y activista de DDHH Wilfredo Ardito "La trama muestra cómo un heroico militar es condenado injustamente por haber matado a una terrorista, que en realidad, se había fugado, asumiendo que los millares de desaparecidos ocurridos en el Perú eran senderistas fugitivos".

Del resto de la película queda destacar el inequívoco espíritu franquista de la iniciativa. Hace más de medio siglo, terminada la Guerra Civil española, el general Francisco Franco creyó necesaria dar la versión oficial de lo que él consideró un Cruzada de Liberación. Para tal fin pergreñó un guión maniqueísta y patriotero que el director Sáenz de Heredia montó salvando las partes más infilmables del mismo. El resultado fue Raza, arquetipo del cine militarista que eleva el uniforme por encima casi de todas las cosas y coloca a las Fuerzas Armadas como lo que supuestamente han sido, como lo que tienen que ser y como lo que serán inexorablemente por la gracia de Dios: Instituciones tutelares de la nación. Para quien crea que exagero, podéis descargar la película aquí. Se recomienda tener el estómago sano y vigoroso.

Nuestra versión criolla es menos estridente pero igual de hilarante. Desde un misscasting fenomenal al colocar a Renzo Schuller como mando militar "senderista" en el corazón de los Andes (¿Será porque fue naricita roja?) hasta la descarada desinformación histórica de los hechos (Una columna guerrillera entra a un pueblo al grito de "¡somos de Sendero Luminoso y hemos venido por una contribución revolucionaria!"), pasando por el ideólogo malo-malo, todo un Fu Man Chú de los Andes, que contamina a los jóvenes ingenuos (cuya imagen es la de un sosias de Abimael Guzmán, como para que no queden dudas) y rematado por un imposible triángulo amoroso (Jimena Lindo, como la "Camarada Bertha", haciendo de guerrillera femme fatale, total, todas las rojas son putas ¿no?).

Y quien crea que me estoy regodeando en esta bazofia audiovisual, me curo en salud ofreciéndoles la versión de un crítico de cine más alturado y respetable como Gabriel Quispe. Comparen nomás.

Hace exactamente veinte años, el conocido cineasta peruano Francisco Lombardi rodó La boca del lobo y, pese a que era una película bastante crítica con el estamento militar (se ve como los soldados ametrallan sin piedad a los campesinos arrestados injustamente), no faltaron airadas voces que se quejaron de la interpretación excesivamente psicologista que el director hacía de la masacre (inspirada en el genocidio de Soccos). Bueno, hoy se exhibe una película con una versión por demás parcial, que convierte al Ejército en una pléyade de hérores sin mácula, entiende el problema de la subversión como el envenenamiento ideológico de un profesor resentido e insinúa abiertamente que las violaciones de los DDHH son poco más que embustes para proteger terrucos. Y no pasa nada. Ninguna protesta. Silencio...
La única excepción, como parece ya ser la regla, está en los blogs. La crítica de Ybarra, por ejemplo, es implacable. No encontraréis nada parecido en los periódicos o en la tele.

Bueno, es señal de los tiempos que corren. Hay una impunidad casi orwelliana en la cual se miente y se insulta cotidianamente en todas las pantallas y emisoras. A esto contribuye también el silencioso pero progresivo descrédito de la Comisión de la Verdad, convertida tristemente y malgré eux en un círculo de intelectuales pitucos que pontifican sobre el conflicto armado interno a espaldas de la sensibilidad popular (esa es la versión que da otra película peruana, El Rincón de los Inocentes de Palito Ortega). Frente a la versión parcial que imponen las FFAA, la Iglesia y el empresariado nacional, casi no hay voces discordantes. Juegan solos en la cancha y todos tenemos que soportar cómo festejan sus goles.

Raza fue un éxito de masas en su tiempo entre otras porque el Régimen la había clasificado de "Interés Nacional" y su visionado fue casi obligatorio durante los duros años cuarenta. Luego, con el paso de los años, la película fue perdiendo interés y hoy es apenas vista como una rareza. El destino de Vidas paralelas no llegará ni siquiera a eso.

Ahora bien, en el futuro, cuando alguno de nuestros hijos la vea y se sorprenda del contenido, es muy posible que nos pregunte: ¿Y cómo permitieron que el dinero de un país pobre se gastara en esa sarta de mentiras?¿Es que nadie se opuso a ese bodrio? ¿Aguantaron calladitos que esas mentiras se pasaran abiertamente en las carteleras de Lima?

Bueno ¿Qué le responderemos a nuestros hijos? ¿Que estábamos ocupados en el caso de Magaly Medina?

Y para que no se gasten sus doce soles en esa h..., acá tienen el trailer de la película de marras. avisados quedan.



P.D. A quien le interese la cultura bajo el franquismo (sacando lecciones) puede pasarse por aquí . Y aquí tenéis un excepcional ensayo sobre el arte moderno bajo Franco. Cualquier semejanza con nuestra realidad... pues que no, no es mera coincidencia.


viernes, 19 de septiembre de 2008

¿Qué mierda hacer (siquiera culturalmente) con Lima?


Cuando puedo, huyo de Lima. Cuando sale alguna posibilidad de escapadita, aunque sea pagando del bolsillo propio, me largo. Sea una tarde en Huaraz o dos apurados días en Ayacucho, lo prefiero al run rún cotidiano de la capital. Caminar por el paseo marítimo de Huanchaco, deambular por los alrededores de Huánuco, meterse en los mercados de Huancayo. Caminar, sencillamente caminar, respirar un aire distinto, mirar otro país. Prefiero cualquier placita de Abancay a los bulevares de San Isidro o el mercado persa de Mesa Redonda. Y, ojo, no es ni por motivos turísticos ni publicitarios ni por pillar pareja (aunque en esto, ejem, la carne es débil y el país tan lindo...bueno, mejor lo dejamos). Lima se ha hecho irrespirable, con un alcalde que parece haberla bombardeado a conciencia y donde por encima de las iniciativas culturales, siempre truenan los parlantes de los telediarios sensacionalistas y mentirosos, el choleo internalizado en la mayoría de sus habitantes, la asquerosa propaganda gobiernista y la cínica quietud de los círculos culturales adinerados que vivien encantandos de sus guettos simbólicos y reales. Odio Lima.

Andrea Naranjo, una de las personas más preocupadas por encontrarle sentido a esta ciudad, nos señala que "Tal vez estemos ante la inminente emergencia de nuevos espacios públicos que corresponden a una megalópolis, una ciudad - región inmersa en procesos conurbanos donde surgen nuevos espacios públicos fuera del clásico centro urbano, ( hoy en neo proceso de rescate cultural) que conocemos". Es decir, no hablar de una Lima sino de diversas Limas -cada una, a su bola- que construyen sus propios espacios públicos, sus nuevos "centros". Es decir, además de la Lima pituca que del sur miraflorino sube hasta el este de La Molina, tenemos la Lima de los conos (que quizá se subdivida en varias), la Lima de Vitarte y Huaycán e incluso conurbaciones propias como San Juan de Lurigancho que ya aspira virtualmente a convertirse en la próxima provincia de la región Lima. El Centro -contaminado y ruidoso- aún se mantiene como nexo común entre diversos colectivos, sobretodo en el mundo de la cultura, gracias a la oferta de sus libreros, sus centros culturales gratuitos y sus cantinas relativamente baratas.

El dilema está en si potenciamos ese espacio en común que es el Centro y sus alrededores o buscamos salidas en políticas paralelas en cada uno de esas nuevas conubarciones limeñas que existen en los conos. A nivel de consumo, ya se están consolidando en los conos Malls, bulevares comerciales, firmas importantes, academias de preingreso y sucursales de prestigiosos centros de idiomas: La gente joven del cono sur no tiene por qué salir más allá de Ciudad de Dios y el eje de Santa Anita se ha convertido en el "Centro" de los grandes eventos de música popular. ¿Por qué insistir en un Centro tradicional, fuera de las vigorosas economías periféricas, continuamente maltratado por la administración pública?

Por otro lado, la vida cultural en las diversas Limas es muy relativa. Las iniciativas del tipo del FITECA en Comas o el Foro de la Cultura Solidaria que se da en Villa el Salvador, pese a su continuidad no han dado paso a una mayor multiplicación de iniciativas culturales. El caso del Centro Cultural Martín Olivos es aún un desafío a evaluar. Podemos ver el vaso medio lleno (total, son iniciativas sin la financiación que merecen y trabajan en un ambiente culturalmente eriazo y hasta hostil) o también medio vacío (no hay centros culturales ni artísticos del nivel de los bulevares comerciales, su peso en la juventud es ínfimo). Es decir, que el Paraíso tampoco se encuentra en los conos.

Quizá la solución está no tanto en temas geográficos (Los conos contra el Centro) como sí en buscar iniciativas culturales reales que puedan articularse con la sociedad. Y aquí hay que aprender de otras ciudades del Perú: Hace un par de años, el gobierno regional de Loreto llegó a editar libros de más de una docena de escritores loretanos vivos (con pago de derechos incluido) para que se repartieran por los colegios de toda la región, lo que no quita espacio a iniciativas privadas como la Semana del Libro en Iquitos y que esta ciudad se haya vuelto todo un referente en la plástica peruana moderna.

En Puno, el departamento de proyección social de la Universidad del Altiplano ayudó a que la ciudad llegara a convertirse en un faro cultural que no sólo publicaba ensayos, poemarios y la celebérrima revista Apumarka, también ha realizado charlas de orientación vocacional brindadas a nivel de colegios secundarios, presentaciones artísticas y culturales, proyecciones de video, seminarios, foros, y cursos diversos, además de la organización de asistencia técnica a sectores organizados de la población (y tengo necesariamente que mencionar la gestión del escritor puneño Jorge Flores Aybar).

Quizá donde haya más que aprender es en Chimbote, ciudad vista tradicionalmente como caótica e "inculta". Bueno, Chimbote es hoy foco cultural activo merced a una alianza entre diversos sectores sociales (editoriales, escritores, libreros, profesores de colegio) que han hecho que los estudiantes chimbotanos lean bastante a sus escritores locales, tengan ya una formidable generación de escritores jóvenes y asisten masivamente a eventos culturales. Eventos sui géneris como organizar manifestaciones literarias por las calles en alianza con bandas musicales de colegios, realizar polladas culturales mezclando recitales con actividades lúdicas pro-fondos o invitar a queridos conjuntos musicales locales (Los Rumbaneys o Los Pasteles Verdes) a que interpreten sus temas en presentaciones de libros , creando inéditas relaciones entre literatura, música y cultura popular (y aquí también tendré que citar necesariamente a Jaime Guzmán Aranda, director de la editorial Rio Santa y un promotor cultural que se merece un post propio).

¿Puede hacerse algo parecido en Lima?¿Se pueden crear redes culturales de ese tipo que hagan de los libros cultura viva y no un bien superfluo? ¿O la extensión y el caos de esta megalópolis hace imposible aprovechar las iniciativas de otras ciudades peruanas? Es una pregunta que no puedo responder. Lo único que sé es que nada podremos esperar de la actual Municipalidad (allí la ven, demorándose en la reconstrucción del Teatro Municipal para que su inauguración coincida con la próxima coyuntura electoral) y que cualquier proyecto tendrá que nacer de nuestros desfinanciados pechitos.
Mientras tanto, hago mis maletas, me voy a un Encuentro de Escritores Ancashinos en la ciudad de Marca. A lo mejor allí encuentre otro ejemplo de como devolver -culturalmente- Lima a los limeños.

martes, 9 de septiembre de 2008

Paisaje después de la batalla

(Dresde,1945.Quien no haya leido Matadero 5 de Kurt Vonnegut, ya puede empezar a hacerlo)



Después del atracón olímpico que les he obligado a padecer, estuve un poco distante de lo que ha sido el último combate de la blogósfera, lucha en varios frentes, con varias cabezas rodadas y daños colaterales.

Todo empezó cuando nuestro habitual Iván Thays lanzó una reseña sobre la redición del histórico libro de Miguel Gutiérrez Un mundo dividido: La generación del 50. Básicamente, Iván se refiere a lo que él denomina caducidad del marxismo en el análisis literario en particular y en la producción cultural en general (dividir el mundo en buenos y malos, ver los personajes literarios como meros representantes de clases sociales) pero también hace sangre aludiendo a la supuesta inconsecuencia entre lo que predica Gutiérrez y su conducta personal. Además de los clásicos enrrostramientos por lo bien que se refiere a Abimael Guzmán en su libro, Iván trata desdeñosamente la obra literaria de Gutiérrez, en la cual –según sus propias palabras- habitan personajes estereotipados y convencionales (en los comentarios a su propio post, Iván dice cosas peores). En fin, Thays se metió con uno de los escritores más queridos por estos pagos y, claro, recibió lo que recibió.

Quien enfrentó de forma más directa las tesis de Thays fue el poeta Rodolfo Ybarra. Ybarra - quien se hizo conocido en la defensa de la libertad de Melissa Patiño y se publicitó bastante merced a un manifiesto que apareció hace unas semanas aquí- áfirmó que las críticas de Thays sobre Gutiérrez adolecían de un "individualismo dogmático" así como estar inmersas en prejuicios e ideas fuerza donde "confunde la "libertad del individuo" con la libertad para denostar sobre una obra literaria a su libre albedrío y con la venia de un círculo literario cada vez más desacreditado". Casi no tardó Thays y nuestro otro habitual Gustavo Faverón en dispararle con todo, uno mencionando “las nostalgias terroristas de ese blogger que coinciden con la de otros escritores vinculados al grupo Narración” y otro describiendo al poeta como un “escritor peruano adicto a la verborrea y afecto a conjugar la retórica senderista con el balbuceo underground…”. Ybarra recibió una ola de solidaridad (incluyendo un comunicado oficial del Gremio de Escritores del Perú). Hubo intercambio de posts y Faverón puso el punto sobre sus íes para aclarar a qué se refería con sus (des)calificaciones. Pero la bola de nieve ardiente (como la letra de ese famoso sikuri) ya había empezado a rodar. Si a ustedes les gusta el floreo hardcore y ver como brota sangre de las palabras, les recomiendo revisar las listas de comments de Thays, Faverón e Ybarra. Sobretodo de este último que, según lo dice, no pone ningún tipo de limitaciones a los comentarios que recibe.

El asunto empezó a complicarse cuando se abrió un frente inesperado entre Thays y el economista Silvio Rendón intercambiando posts bastante fuertes (palabrotas incluídas). Mientras tanto Faverón marcaba su territorio frente a Ybarra, al Gremio de Escritores y al Grupo Narración. Y si no faltaba nada, otro frente estalló a causa de las referencias al padre del exitoso blogger Renato Cisneros: nada menos que el cavernario general Luis gaucho Cisneros. Aquí la sangre le salpicó a Paolo de Lima y alcanzó la sala de máquinas del blog de Ybarra (y, si me hubiera puesto las pilas, inundaría la santabárbara del mío, porque eso de defender –por una frase que dijo o no dijo- a un sujeto que pisoteó casi todos los derechos humanos cuando fue ministro del interior y que defendía públicamente a los genocidas argentinos… ).

Y una yapa más. Otro frente se abrió en torno a la idoneidad del último concurso 20Blogsperuanos así como de la inocencia o mala fe de algunos bloggers que proclaman su independencia cuando presuntamente dependen de ciertas corporaciones del ciberespacio. Aquí el fuego graneado alcanzó a varios blogs (aquí o aquí). Total, que setiembre ha llegado caliente.

Pese a lo que acaban de leer, no quiero trivializar el tema. Creo que el aumento de la tensión bloguera responde a la formación de un nuevo escenario, de un nuevo microclima, donde muchos escritores e intelectuales jóvenes están escandalizados y hartos de lo que ven. Y gracias al APRA, cuyo paso por el gobierno está dejando a Toledo como un semidiós. Muchas cosas se están cruzando: Criminalización de la disidencia, abuso de poder, persistencia de la pobreza y la desigualdad pese al crecimiento macroeconómico, corrupción descarada, sentimiento de NO ser escuchados, otoronguismo, enfrentamientos con las regiones. La gente empieza hartarse y la virulencia se adueña (¿con razón? Con mucha razón) de las palabras.

Ojo, esto no solo sucede en el caso de quienes abominan a este gobierno (o al sistema social en general). También se da en el caso de los referentes del pensamiento hegemónico, que han pasado del silencio desdeñoso o la risa paternalista a reacciones cada vez más amargas y airadas frente a las críticas. Quienes en un tiempo eran considerados como faros de buena información crítica y estimulantes de un debate, han pasado a ser vistos como peones vendidos al sistema, con los vicios y las debilidades de cualquier blogger y que ya no dicen nada nuevo. Y creo que, conforme se va democratizando más la comunicación entre los blogs, el peso de los bloggers supuestamente mejor informados se va a relativizar más aún.

Conclusión: se vienen próximas batallas, porque la gente quiere pelear (aunque sea en el limbo del ciberespacio, en fin). Como ha sucedido en otros escenarios, los representantes del pensamiento hegemónico terminarán por hacer mutis por el foro y recluirse en anillos más pequeños todavía. Y bajo la excusa que los blogs se han llenado de argollas, ellos fortalecerán las suyas.

Lo que, sencillamente, no me gusta. Eso implicará el inicio de un diálogo de sordos y donde los mensajes no vayan más allá de quienes ya estaban convencidos (algo que se ve meridianamente en las discusiones sobre Derechos humanos en la blogósfera). Y se supone que la blogósfera peruana debe (y puede) ser exactamente lo contrario.

Al debate, carajo. Que el debate y las críticas -su existencia misma- siempre serán más importantes que las mezquindades y los insultos que inevitablemente los acompañarán.

He dicho.
P.D. Otra lectura, posiblemente más interesante, del debate acerca de Miguel Gutiérrez en el blog de Generación Cochebomba.

viernes, 22 de agosto de 2008

ONCE PARES DE BOTAS CONTRA HITLER La odisea de los futbolistas peruanos en las Olimpiadas de Berlín (Sexta y última parte)

La delegación olímpica regresa al Perú en olor de multitudes, foto sacada de aquí.


VI

Todos perdimos, menos ellos

Dada la apresurada retirada y la evidente escasez de fondos de la delegación de un país semifeudal y subdesarrollado como el Perú; el regreso fue accidentado y al vuelo se pescó a un herrumbroso carguero que marchaba a Sudamérica como improvisado transporte. Los peruanos regresaban a su patria más o menos como los inmigrantes lo hacían al Nuevo Mundo (Con excepción del cuerpo diplomático y otras autoridades que de seguro esperaron a que el gobierno les pagara lujosos billetes de primera clase para regresar).

En Lima el pueblo los recibió como campeones. Cimentaron una generación de buenos futbolistas al punto que, tres años después, ganaron su primer torneo sudamericano de fútbol (antecesor a lo que hoy conocemos como Copa América). Pero, pese a ser cracks, no eran futbolistas profesionales; ni siquiera eran trabajadores bien pagados.

Lolo Fernández jugó en la primera categoría durante casi veinte años más, se convirtió en ídolo viviente del club Universitario de Deportes, vio como le ponían su nombre a un estadio antes de padecer y morir de Alzheimer. Alejandro Manguera Villanueva, el mejor jugador de su generación, rechazó ofertas millonarias de Francia y México por la sencilla razón que nunca quiso separarse de su barrio (¡Olé tus huevos, maestro!) y, haciendo caso omiso de los médicos, continuó con sus noches juergueras hasta que la tuberculosis se lo llevó de este mundo con sólo 36 años cumplidos. Décadas después, el Alianza Lima construyó un estadio de cuarenta mil almas y le dedicó su nombre. El portero Valdivieso, merced a sus méritos deportivos, obtuvo un puesto de burócrata menor en la municipalidad de Lima con el cual llegó a jubilarse. Adelfo Magallanes, otro jaranero de pro, llegó a convertirse en entrenador del equipo de sus amores -el Alianza Lima- y confundir su vida con la del club. El resto del seleccionado terminó sus días trabajando de albañiles, camioneros o recogedores de basura hasta que sus fuerzas se lo permitieron. La gran mayoría acabó de abuelitos en su propia casa de callejón, al cuidado de la familia de sus hijos que heredaban el tugurio.

Pese a que la Gesta de Berlín se conmemoraba anualmente en los periódicos, fue motivo de canciones populares y pasaron a la historia del deporte nacional; a casi todos ellos les tocó aguantar los golpes de la pobreza y la ingratitud: El hambre y la carestía de los años cuarenta, la represión policial de los años cincuenta y el olvido generacional de los sesenta. Hoy no encontraréis ni una sola web dedicada a ese momento, ninguna investigación oficial, apenas chismes privados: El fraude cometido por los nazis y la FIFA en las Olimpiadas de Berlín es un hecho menor tan ninguneado por los organismos deportivos internacionales, como aquella otra gesta de los futbolistas ucranianos quienes ganaron a un equipo nazi bajo pena de muerte, dentro del infierno de la ocupación alemana en la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial.

El equipo austríaco que perdió ante los peruanos derrotó a Noruega y disputó la final contra Italia. Fue un nuevo palmarés para los azzurri, que festejaron haciendo el saludo fascista ante casi cien mil espectadores . Buena parte de ese equipo austríaco se fusionó con el alemán después del Anschluss de 1938, pero los resultados fueron nefastos: La gran estrella Matías Sindelar (quien además sobrellevaba una dramática ruptura amorosa) decidió suicidarse y buena parte del público vienés asistió a su entierro en un acto de inútil protesta frente a la recién estrenada ocupación nazi, mientras la nueva selección austroalemana hacía el ridículo en el mundial de Francia. El gran fútbol austríaco se había extinguido y sólo volvería a resucitar quince años después. También perdieron ellos.

Mi país andino de untermenschen no podía, de ninguna manera, retar a los nazis, quienes además contaban con gran parte del beneplácito de las naciones desarrolladas. Lo curioso es que la dictadura del general Benavides era un régimen de patricios y terratenientes que simpatizaba con los fascistas y no tardaron mucho en reconocer oficiosamente al gobierno de Burgos. Es natural pensar que esa gentuza no persistió con una queja federativa que pudo poner en entredicho a la FIFA, que ya contaba con la abierta oposición de los países sudamericanos. Se había salvado la cara y punto. Todos esos oligarcas creyeron haber hecho patria.

Aunque hubo venganza histórica: Muchos de ellos y sus hijos vieron cómo, décadas después, la dictadura militar de Velasco les confiscaba tierras y periódicos. Y luego la guerrilla maoísta acababa con sus propiedades y les metía miedo en el cuerpo hasta incluso convencerles de largarse del país.

Y estoy seguro que muchos de esos quinceañeros rubios que con diáfanas sonrisas invitaban a los deportistas peruanos a subir al autobús, fueron los mismos que -años después, enfundados en el uniforme de las SS o de la Wehrmacht- terminarían como cadáveres saqueados por bereberes en Tobruk o colgados con júbilo por las guerrillas soviéticas o....¿quizá, quizá ? terminarían en la retaguardia, invitando con las mismas diáfanas sonrisas a los desgraciados de Treblinka o Auschwitz a ingresar a los autobuses o duchas prestas a rociar el Zyklon B.

Más allá de una mención testimonial en el Estadio Nacional, perderemos el tiempo buscando alguna placa recordatoria, monumento o avenida consagrada a estos muchachos. Los peruanos somos un pueblo ingrato para con nosotros mismos. Así que solo nos queda el pajero recurso de recordarlos a la distancia y brindar a la memoria de aquellos jaraneros que disfrutaban de la vida y el fútbol, que les importaba un comino recibir una medalla y que sólo se preocupaban de llenar el puchero diario y terminar la jornada jugando, bebiendo y bailando hasta el amanecer. Además, habían derrotado al equipo de Hitler. Casi nada.

No sé si les reconozcamos glorias, pero sí les tendremos cochina envidia.


Nuestro ya conocido Manguera Villanueva, cobrando sus honorarios después del partido: Un suculento pato que se consumirá esa misma noche. Siendo malpensados, diríamos que la jovencita forma parte de la transacción. Podían ser bonitos tiempos, pero también muy crueles.


Notas: Este ensayo en sus diversas partes contó con varias fuentes de la red. Para quien quiera una versión más académica (y menos literaria, porque aquí yo he puesto de mi ají) puede visitar este sitio, este otro y acá. Como si fuera a propósito, acaba de aparecer un libro muy sugerente sobre el fútbol peruano y donde el ensayo de Carlos Arias Schreiber sobre Berlín propone romper con viejos mitos y plantear una descarnada verdad. Bueno, yo he planteado otra.

jueves, 21 de agosto de 2008

Otro poeta que se va, como los grandes poetas peruanos


Manuel Morales, otro poetazo de Hora Zero falleció hace casi un año. No nos enteramos. Treinta años tenía el Poeta en el Brasil e, ingratos como somos los peruanos, nuestros gobiernos e instituciones, terminamos olvidándolo. Casi de casualidad, Tulio Mora se encontró con la noticia del fallecimiento de su antiguo compañero de letras.

Aquí su poema más conocido. A ver si así recuperamos parte de nuestra memoria literaria.


"SI TIENES UN AMIGO QUE TOCA TAMBOR”

Si tienes un amigo que toca tambor
Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo.
Porque ahora ya nadie toca tambor,
Más aún, ya nadie tiene un amigo.
Cuídalo, entonces,
Que ese amigo guardará tu casa.
Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda
Que es tu mujer y no la de tu amigo.
Si sigues este consejo, vivirás
Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer
Y un amigo que toca tambor.

(Como los grandes poetas peruanos, Manuel murió lejos, en un olvido que se ha vuelto sistemático, propio de una sociedad donde la literatura se esta volviendo más minoritaria. Ramirez Ruiz, Romualdo, .... ya son bastantes grandes poetas que nos han dejado desde hace poco. Como si nos dijeran algo, como si con sus adioses nos invitaran a recuperar la poesía...)

ONCE PARES DE BOTAS CONTRA HITLER La odisea de los futbolistas peruanos en las Olimpiadas de Berlín (Quinta parte)

Hasta la fecha, la única foto del partido disputado entre Perú y Austria. Valdivieso despeja un centro ante la carga del futbolista austríaco que hoy cualquier árbitro pitaría como falta.



V
De la conspiranoia a la amarga realidad

"Por cierto que los austriacos habían sido derrotados (4-2) por Perú, en cuartos de final. Pero ocurrió que al marcar los peruanos el tercer gol, que desempataba la igualada a dos, sus hinchas saltaron al campo para abrazarlos. Se armó un conato de agresión con los austriacos y con la policía... , y aunque el partido se reanudó, incluso con un cuarto gol peruano, los jueces ordenaron la repetición del encuentro "por invasión del terreno de juego". Los sudamericanos se negaron a ello, hicieron las maletas, se fueron a casa y dejaron que Austria siguiera adelante en el torneo".

Citado en una investigación académica. Ver AQUÍ.

"(versión)…del diario londinense Daily Sketch. Según este medio fueron mil peruanos los que armados de fierros, cuchillos y revólveres invadieron el campo de juego en pleno partido, agredieron a tres jugadores austriacos y dejaron a los europeos con ocho jugadores. Dibós Dammert también consignó que esa versión se difundió en toda Europa a la semana siguiente del partido. Incluso comentó que en las calles de Berlín, desde altoparlantes colocados en estaciones de radio, se decía: "los cobardes peruanos han huido a Lima ante los valerosos jugadores austriacos".

Citado en la investigación de Luis Carlos Arias Schreiber sobre el tema en un prometedor libro de Aldo Panfichi, AQUÍ

Un par de horas después, el presidente del Comité Olímpico de Austria elevó a los organizadores de los Juegos una protesta formal: El partido había sido interrumpido abruptamente por la invasión del populacho que abarrotaba un par de tribunas, atacando a algunos jugadores y causando considerable riesgo a la integridad física del resto de los futbolistas austríacos. La queja se cerraba con una demanda para que el partido se repitiera el día siguiente.

El comité organizador de los Juegos junto con la FIFA no sólo aceptaron el petitorio austríaco: Además de repetir el partido, éste se celebraría a puerta cerrada.

¿Cómo fue posible esta situación? ¿Qué pasó en realidad sobre el césped del Herthastadion? ¿Qué factores se coludieron para que se resolviera una decisión extraordinariamente única en la historia de los Juegos?

La queja de fondo iba enfocada a la violenta invasión del público a la cancha. No hay material filmado que atestigüe la invasión de campo y es difícil imaginarse a los disciplinados alemanes del Tercer Reich portarse como hooligans. Y hablamos de alemanes porque difícilmente podía existir alguna barra alegre y bullanguera que aupara a los sudamericanos. De haberlos, solo podían formar parte de las reducidas delegaciones olímpicas, del cuerpo diplomático o, en el mejor de los casos, de estudiantes becados en Alemania que sabían perfectamente lo que era vivir en un Estado policial y racista como el Tercer Reich. Es decir, paisanos poco propensos al vandalismo.

Además, el turismo olímpico estaba en pañales así que tampoco era factible que millares de exaltados franceses o polacos aprovecharan la ocasión para barruntar en las narices de los cuerpos de seguridad nacionalsocialistas. Por lo que solo hay una deducción: Los espectadores berlineses sencillamente aplaudieron el desempeño del seleccionado peruano, se desfogaron frente a la parcialidad del arbitraje y aprovecharon la ocasión para cachondearse a gusto de los austríacos, a quienes tradicionalmente siempre han visto como zánganos, fanfarrones y pedigüeños.

Detalle quisquilloso, dado que el Führer portaestandarte de la raza aria era austríaco de origen (Hitler había nacido en un pueblo de mierda cercano a Linz). El Anschluss (la anexión de Austria al Tercer Reich) aún estaba sobre el papel y la dictadura de Dollfüss, muy celosa de la independencia vienesa, no era precisamente muy amiga de los nazis. Por último, los berlineses -ciudad de fuerte impronta obrera, cuya pequeña burguesía era bastante bon vivant, que tradicionalmente votaba socialista y donde la lealtad al régimen era bastante light- se habían comportado con demasiada suficiencia y chulería frente a sus futuros connacionales. La parcialidad del comité organizador de los Juegos era inevitable: Había que dar una pequeña satisfacción a los austríacos, era cuestión de Alta Política.

A esto agreguemos dos cosas más: El enfrentamiento entre europeos y sudamericanos dentro de la FIFA que se agravó cuando ésta dio el mundial de 1938 a Francia (en vez de devolverlo a Sudamérica, donde Argentina soñaba realizarlo). El otro factor era la permeabilidad de la FIFA frente a las presiones políticas del facismo y cuyo precedente fue la parcialidad de los arbitrajes en el mundial de Italia de 1934 frente al violento equipo local que a puntapiés derrotó a dos rivales muy superiores (España y Austria) y allanó el camino para coronarse campeones. ¿Por qué la FIFA había de comportarse de manera distinta en Berlín?

A nuestros futbolistas, quienes festejaban felices en la Villa Olímpica vaciando fuentes de escabeche de pollo; el repetir el partido no les preocupaba mucho. Total, ya se les había ganado con gusto. Pero la dictadura militar peruana aprovechó la indignación popular para subirse al carro, darse un baño de nacionalismo y distraer a las masas aún politizadas por los acontecimientos de algunos años atrás. Lo que rebalsó el vaso fue la orden de jugar a estadio vacío: Dejaba campo libre a cualquier barbaridad arbitral. El general Oscar Ruperto Benavides, dictador de turno, ordenó que no se transara en absoluto.

Hubo un conato de amenaza regional dada la solidaridad verbal de algunas delegaciones latinoamericanas a quienes no le hacían mucha gracia las bravatas eurogringas. Goebbels, el gran factótum mediático de los Juegos, inmediatamente movió sus hilos: Convenció personalmente a los argentinos a que no hicieran olas y pidió a los yanquis que mediaran frente a los mexicanos para lo mismo (Desgraciadamente, su presidente Lázaro Cárdenas estaba ocupado en cosas más importantes como la Reforma Agraria, el asunto del petróleo mexicano y la Guerra Civil española). Al final, el reclamo peruano se quedó solo.

La selección peruana no se presentó al nuevo partido dictaminado y fue eliminada por walk over. Desde Lima se ordenó fulminantemente el regreso de toda la delegación olímpica, incluyendo basketbolistas o nadadores. Varias medallas en ciernes, las primeras de nuestra historia, se quedaron en hipótesis. Ante la indiferencia general, la delegación peruana arrió su pabellón de la Villa Olímpica y se marchó a casa. Como cualquier don nadie. Eso mismo.


(P.D. A estas Olimpíadas debiéramos haber ido).


Continuará...

viernes, 15 de agosto de 2008

ONCE PARES DE BOTAS CONTRA HITLER La odisea de los futbolistas peruanos en las Olimpiadas de Berlín (Cuarta parte)


La selección olímpica de futbol en el mismísimo estadio del Hertha. Foto cortesía de los amigos de Hualcara.



IV
Directo en directo, desde el Herthastadion, estimados radioescuchas...


Pese a los fastos de la inauguración y a la impecable organización que exhibía Berlín, las cosas no marchaban tan bien para Alemania. Saltó a la palestra el archiconocido escándalo del saludo nunca dado de Hitler al plusmarquista afroamericano Jesse Owens y su repentina fuga del Estadio Olímpico para no volver nunca más (aunque en los últimos años, varios han criticado este hecho como vulgar patraña). Los japoneses imponían su ley en natación y los húngaros hacían lo mismo en las carreras de fondo. En las competiciones de velocidad, la raza inferior (para los alemanes y también para buena parte de los norteamericanos) derrotaba ampliamente a sus competidores europeos. Se dieron casos tremendos como el del combinado alemán femenino del 4x100 lisos: Siendo favoritas totales, falló el último relevo, la posta cayó al suelo y canadienses, inglesas y yanquis se llevaron las medallas mientras las cuatro valquirias lloraban a moco tendido junto a la pista con una desesperación que seguro no repitieron ni cuando se enteraron del desastre de Stalingrado.

El colmo llegó por el lado menos esperado: El entrenador de la selección alemana de fútbol, ebrio de superioridad (y no sabemos si de otra cosa), mandó a que su equipo suplente jugara la ronda de cuartos ante la cenicienta del torneo, Noruega. Perdieron 2-0. Dicen que el entrenador, más tarde, terminó pegándose un tiro.

Y así, el único representante de la germanidad en el fútbol era Austria. Los austríacos estaban condenados a ganar.

Ante un lleno completo en el estadio del club Hertha, Perú y Austria se jugaron la eliminatoria. Loa austríacos empezaron el partido como una máquina. Y así, avasallando, ganaban 2-0 al terminar el primer tiempo. Disciplina, juego vertical, no poca fuerza bruta y cierta complicidad arbitral eran las herramientas de los austríacos. Éstos habían dejado fuera de la convocatoria al gran Matías Sindelar, el Mozart del fútbol, presuntamente por su edad y su trayectoria de futbolista profesional. Aunque habría que mencionar que Sindelar, el más importante jugador de Austria era, entre otras cosas, un genuino ciudadano vienés, antifascista, judío y muy popular en la capital austríaca.

Austria ganaba pero los peruanos seguían tocando y esquivando los guadañazos arteros de los defensas. La agresividad de los austríacos jugó en contra cuando los nuestros lesionaron al faulero de Laudon, quien casi no pudo jugar la segunda parte (recordemos que en aquellos años no existían cambios durante el juego). Asimismo la holgura del marcador perdió a los favoritos: Se confiaron y en un pis pas los peruanos empatamos guapamente. Como en los grandes partidos, el árbitro se inventó un penal en los últimos minutos, penal que el Mago Valdivieso atajó para el entusiasmo de un público que casi no podía quedarse quieto en sus asientos. Terminó el match y, dado el empate, se jugaría la prórroga. Las tribunas chillaban. Se notaba que hacía rato no veían un fútbol de tanta calidad.

Uno creería que el tiempo suplementario beneficiaría a Austria por eso de la preparación física y la superioridad de unos jugadores bastante mejor alimentados que sus rivales. Pero fue exactamente al contrario.

Los peruanos, al ser Fattys Arbuckles jugando al fútbol, estaban acostumbrados a jugar sin reloj, hasta la puesta del sol. Sin mencionar a los más bohemios, que no les importaba disputar partidos oficiales estando enfermos, resaqueados o directamente borrachos. El colmo se daba entre los seleccionados que jugaban en el popular club del Alianza Lima: Los fines de semana jugaban la liga para el equipo blanquiazul y, dos horas después, se iban a un canchón de Lince a jugar otro partido -igual de intenso- vistiendo la camiseta de Los Íntimos, un equipo de barrio con el que se sacaban un extra monetario. Y si ganaban, festejaban hasta el día siguiente. Curiosamente, la mejor disciplina para los peruanos llegó a ser la ausencia total de disciplina.

En el tiempo suplementario los peruanos llegaron a perforar hasta tres veces el arco austríaco, pero el árbitro anulaba los tantos muerto de miedo del desenlace. Finalmente se rindió a la realidad, Perú metió dos goles (el último de Lolo, de un tiro libre que se coló por la cruceta) y el partido resultó con la victoria chola por 4-2.

El público, mismo Evasión o victoria, invadió la cancha jubiloso y festejando la proeza (y, posiblemente, riéndose en la cara de los perdedores). No queda claro si el árbitro llegó a pitar la reanudación y final del partido. Entre la alegría general, a Jules Rimet -el presidente de la FIFA y espectador de lujo- no le quedó otra que felicitar en la cancha a los jugadores peruanos (dado que él era un enemigo declarado de los intereses sudamericanos en el fútbol). Caía la anaranjada tarde berlinesa y los peruanos se sentían campeones. Ya estaban en las semifinales.

El partido se retransmitió en directo a Lima, llegando a las radios peruanas con cerca de cinco minutos de retraso de entonces. Toda la ciudad festejó la hazaña: Hasta hace pocos años, argentinos y uruguayos ganaban a los equipos peruanos caminando; ahora el seleccionado inca se medía entre lo mejorcito de Europa. Y sí, éramos los representantes del fútbol sudamericano en los Juegos, el resto de los semifinalistas lo conformaban Italia, Polonia (con quien nos tocaría enfrentarnos) y Noruega. Estaba chupado llegar al podio.




Aquisito, la fotito de la selección olímpica de baloncesto con el uniforme de rigor. También se sintieron medallistas.

Aquí, con cierto tufo fascista, los Juegos a cholocolor.