viernes, 22 de agosto de 2008

ONCE PARES DE BOTAS CONTRA HITLER La odisea de los futbolistas peruanos en las Olimpiadas de Berlín (Sexta y última parte)

La delegación olímpica regresa al Perú en olor de multitudes, foto sacada de aquí.


VI

Todos perdimos, menos ellos

Dada la apresurada retirada y la evidente escasez de fondos de la delegación de un país semifeudal y subdesarrollado como el Perú; el regreso fue accidentado y al vuelo se pescó a un herrumbroso carguero que marchaba a Sudamérica como improvisado transporte. Los peruanos regresaban a su patria más o menos como los inmigrantes lo hacían al Nuevo Mundo (Con excepción del cuerpo diplomático y otras autoridades que de seguro esperaron a que el gobierno les pagara lujosos billetes de primera clase para regresar).

En Lima el pueblo los recibió como campeones. Cimentaron una generación de buenos futbolistas al punto que, tres años después, ganaron su primer torneo sudamericano de fútbol (antecesor a lo que hoy conocemos como Copa América). Pero, pese a ser cracks, no eran futbolistas profesionales; ni siquiera eran trabajadores bien pagados.

Lolo Fernández jugó en la primera categoría durante casi veinte años más, se convirtió en ídolo viviente del club Universitario de Deportes, vio como le ponían su nombre a un estadio antes de padecer y morir de Alzheimer. Alejandro Manguera Villanueva, el mejor jugador de su generación, rechazó ofertas millonarias de Francia y México por la sencilla razón que nunca quiso separarse de su barrio (¡Olé tus huevos, maestro!) y, haciendo caso omiso de los médicos, continuó con sus noches juergueras hasta que la tuberculosis se lo llevó de este mundo con sólo 36 años cumplidos. Décadas después, el Alianza Lima construyó un estadio de cuarenta mil almas y le dedicó su nombre. El portero Valdivieso, merced a sus méritos deportivos, obtuvo un puesto de burócrata menor en la municipalidad de Lima con el cual llegó a jubilarse. Adelfo Magallanes, otro jaranero de pro, llegó a convertirse en entrenador del equipo de sus amores -el Alianza Lima- y confundir su vida con la del club. El resto del seleccionado terminó sus días trabajando de albañiles, camioneros o recogedores de basura hasta que sus fuerzas se lo permitieron. La gran mayoría acabó de abuelitos en su propia casa de callejón, al cuidado de la familia de sus hijos que heredaban el tugurio.

Pese a que la Gesta de Berlín se conmemoraba anualmente en los periódicos, fue motivo de canciones populares y pasaron a la historia del deporte nacional; a casi todos ellos les tocó aguantar los golpes de la pobreza y la ingratitud: El hambre y la carestía de los años cuarenta, la represión policial de los años cincuenta y el olvido generacional de los sesenta. Hoy no encontraréis ni una sola web dedicada a ese momento, ninguna investigación oficial, apenas chismes privados: El fraude cometido por los nazis y la FIFA en las Olimpiadas de Berlín es un hecho menor tan ninguneado por los organismos deportivos internacionales, como aquella otra gesta de los futbolistas ucranianos quienes ganaron a un equipo nazi bajo pena de muerte, dentro del infierno de la ocupación alemana en la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial.

El equipo austríaco que perdió ante los peruanos derrotó a Noruega y disputó la final contra Italia. Fue un nuevo palmarés para los azzurri, que festejaron haciendo el saludo fascista ante casi cien mil espectadores . Buena parte de ese equipo austríaco se fusionó con el alemán después del Anschluss de 1938, pero los resultados fueron nefastos: La gran estrella Matías Sindelar (quien además sobrellevaba una dramática ruptura amorosa) decidió suicidarse y buena parte del público vienés asistió a su entierro en un acto de inútil protesta frente a la recién estrenada ocupación nazi, mientras la nueva selección austroalemana hacía el ridículo en el mundial de Francia. El gran fútbol austríaco se había extinguido y sólo volvería a resucitar quince años después. También perdieron ellos.

Mi país andino de untermenschen no podía, de ninguna manera, retar a los nazis, quienes además contaban con gran parte del beneplácito de las naciones desarrolladas. Lo curioso es que la dictadura del general Benavides era un régimen de patricios y terratenientes que simpatizaba con los fascistas y no tardaron mucho en reconocer oficiosamente al gobierno de Burgos. Es natural pensar que esa gentuza no persistió con una queja federativa que pudo poner en entredicho a la FIFA, que ya contaba con la abierta oposición de los países sudamericanos. Se había salvado la cara y punto. Todos esos oligarcas creyeron haber hecho patria.

Aunque hubo venganza histórica: Muchos de ellos y sus hijos vieron cómo, décadas después, la dictadura militar de Velasco les confiscaba tierras y periódicos. Y luego la guerrilla maoísta acababa con sus propiedades y les metía miedo en el cuerpo hasta incluso convencerles de largarse del país.

Y estoy seguro que muchos de esos quinceañeros rubios que con diáfanas sonrisas invitaban a los deportistas peruanos a subir al autobús, fueron los mismos que -años después, enfundados en el uniforme de las SS o de la Wehrmacht- terminarían como cadáveres saqueados por bereberes en Tobruk o colgados con júbilo por las guerrillas soviéticas o....¿quizá, quizá ? terminarían en la retaguardia, invitando con las mismas diáfanas sonrisas a los desgraciados de Treblinka o Auschwitz a ingresar a los autobuses o duchas prestas a rociar el Zyklon B.

Más allá de una mención testimonial en el Estadio Nacional, perderemos el tiempo buscando alguna placa recordatoria, monumento o avenida consagrada a estos muchachos. Los peruanos somos un pueblo ingrato para con nosotros mismos. Así que solo nos queda el pajero recurso de recordarlos a la distancia y brindar a la memoria de aquellos jaraneros que disfrutaban de la vida y el fútbol, que les importaba un comino recibir una medalla y que sólo se preocupaban de llenar el puchero diario y terminar la jornada jugando, bebiendo y bailando hasta el amanecer. Además, habían derrotado al equipo de Hitler. Casi nada.

No sé si les reconozcamos glorias, pero sí les tendremos cochina envidia.


Nuestro ya conocido Manguera Villanueva, cobrando sus honorarios después del partido: Un suculento pato que se consumirá esa misma noche. Siendo malpensados, diríamos que la jovencita forma parte de la transacción. Podían ser bonitos tiempos, pero también muy crueles.


Notas: Este ensayo en sus diversas partes contó con varias fuentes de la red. Para quien quiera una versión más académica (y menos literaria, porque aquí yo he puesto de mi ají) puede visitar este sitio, este otro y acá. Como si fuera a propósito, acaba de aparecer un libro muy sugerente sobre el fútbol peruano y donde el ensayo de Carlos Arias Schreiber sobre Berlín propone romper con viejos mitos y plantear una descarnada verdad. Bueno, yo he planteado otra.

3 comentarios:

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Hola,

Supongo que como defensor de la libertad de los artistas ante el atropello de las dictaduras, te debe interesar esta noticia:

http://puenteareo1.blogspot.com/2008/08/las-crceles-de-fidel.html

javier dijo...

la prohibición de ese grupo punk es parte del folklore del régimén. Dos años después irán a tocar a España a hacerse famosos.

Es el colmo que en una isla tan cargada de música, jodan a unos tíos de "peligrosidad" por su discurso musical. Rètour au 70'

Anónimo dijo...

Os comenta faverín? XDDD

Bueno por lo menos está con su IP propio...

Gracias por aterrizar (por error quizás) en mi blog de garabato.

Y por supuesto, aprecio esta contribución suya a este episodio de la historia.

PD: la idea de "ius et politeia" bueno, la explico a grandes rasgos, era para en una tratar cosas de derecho, en otra de política... si, está algo confuso pero me va por el hecho que los griegos cultivaron la política y los romanos el derecho.

Por lo general posteo solo Ius o solo Politeia por separado, disculpe usted si este sancochado ofende vuestra erudición :)