jueves, 21 de agosto de 2008

ONCE PARES DE BOTAS CONTRA HITLER La odisea de los futbolistas peruanos en las Olimpiadas de Berlín (Quinta parte)

Hasta la fecha, la única foto del partido disputado entre Perú y Austria. Valdivieso despeja un centro ante la carga del futbolista austríaco que hoy cualquier árbitro pitaría como falta.



V
De la conspiranoia a la amarga realidad

"Por cierto que los austriacos habían sido derrotados (4-2) por Perú, en cuartos de final. Pero ocurrió que al marcar los peruanos el tercer gol, que desempataba la igualada a dos, sus hinchas saltaron al campo para abrazarlos. Se armó un conato de agresión con los austriacos y con la policía... , y aunque el partido se reanudó, incluso con un cuarto gol peruano, los jueces ordenaron la repetición del encuentro "por invasión del terreno de juego". Los sudamericanos se negaron a ello, hicieron las maletas, se fueron a casa y dejaron que Austria siguiera adelante en el torneo".

Citado en una investigación académica. Ver AQUÍ.

"(versión)…del diario londinense Daily Sketch. Según este medio fueron mil peruanos los que armados de fierros, cuchillos y revólveres invadieron el campo de juego en pleno partido, agredieron a tres jugadores austriacos y dejaron a los europeos con ocho jugadores. Dibós Dammert también consignó que esa versión se difundió en toda Europa a la semana siguiente del partido. Incluso comentó que en las calles de Berlín, desde altoparlantes colocados en estaciones de radio, se decía: "los cobardes peruanos han huido a Lima ante los valerosos jugadores austriacos".

Citado en la investigación de Luis Carlos Arias Schreiber sobre el tema en un prometedor libro de Aldo Panfichi, AQUÍ

Un par de horas después, el presidente del Comité Olímpico de Austria elevó a los organizadores de los Juegos una protesta formal: El partido había sido interrumpido abruptamente por la invasión del populacho que abarrotaba un par de tribunas, atacando a algunos jugadores y causando considerable riesgo a la integridad física del resto de los futbolistas austríacos. La queja se cerraba con una demanda para que el partido se repitiera el día siguiente.

El comité organizador de los Juegos junto con la FIFA no sólo aceptaron el petitorio austríaco: Además de repetir el partido, éste se celebraría a puerta cerrada.

¿Cómo fue posible esta situación? ¿Qué pasó en realidad sobre el césped del Herthastadion? ¿Qué factores se coludieron para que se resolviera una decisión extraordinariamente única en la historia de los Juegos?

La queja de fondo iba enfocada a la violenta invasión del público a la cancha. No hay material filmado que atestigüe la invasión de campo y es difícil imaginarse a los disciplinados alemanes del Tercer Reich portarse como hooligans. Y hablamos de alemanes porque difícilmente podía existir alguna barra alegre y bullanguera que aupara a los sudamericanos. De haberlos, solo podían formar parte de las reducidas delegaciones olímpicas, del cuerpo diplomático o, en el mejor de los casos, de estudiantes becados en Alemania que sabían perfectamente lo que era vivir en un Estado policial y racista como el Tercer Reich. Es decir, paisanos poco propensos al vandalismo.

Además, el turismo olímpico estaba en pañales así que tampoco era factible que millares de exaltados franceses o polacos aprovecharan la ocasión para barruntar en las narices de los cuerpos de seguridad nacionalsocialistas. Por lo que solo hay una deducción: Los espectadores berlineses sencillamente aplaudieron el desempeño del seleccionado peruano, se desfogaron frente a la parcialidad del arbitraje y aprovecharon la ocasión para cachondearse a gusto de los austríacos, a quienes tradicionalmente siempre han visto como zánganos, fanfarrones y pedigüeños.

Detalle quisquilloso, dado que el Führer portaestandarte de la raza aria era austríaco de origen (Hitler había nacido en un pueblo de mierda cercano a Linz). El Anschluss (la anexión de Austria al Tercer Reich) aún estaba sobre el papel y la dictadura de Dollfüss, muy celosa de la independencia vienesa, no era precisamente muy amiga de los nazis. Por último, los berlineses -ciudad de fuerte impronta obrera, cuya pequeña burguesía era bastante bon vivant, que tradicionalmente votaba socialista y donde la lealtad al régimen era bastante light- se habían comportado con demasiada suficiencia y chulería frente a sus futuros connacionales. La parcialidad del comité organizador de los Juegos era inevitable: Había que dar una pequeña satisfacción a los austríacos, era cuestión de Alta Política.

A esto agreguemos dos cosas más: El enfrentamiento entre europeos y sudamericanos dentro de la FIFA que se agravó cuando ésta dio el mundial de 1938 a Francia (en vez de devolverlo a Sudamérica, donde Argentina soñaba realizarlo). El otro factor era la permeabilidad de la FIFA frente a las presiones políticas del facismo y cuyo precedente fue la parcialidad de los arbitrajes en el mundial de Italia de 1934 frente al violento equipo local que a puntapiés derrotó a dos rivales muy superiores (España y Austria) y allanó el camino para coronarse campeones. ¿Por qué la FIFA había de comportarse de manera distinta en Berlín?

A nuestros futbolistas, quienes festejaban felices en la Villa Olímpica vaciando fuentes de escabeche de pollo; el repetir el partido no les preocupaba mucho. Total, ya se les había ganado con gusto. Pero la dictadura militar peruana aprovechó la indignación popular para subirse al carro, darse un baño de nacionalismo y distraer a las masas aún politizadas por los acontecimientos de algunos años atrás. Lo que rebalsó el vaso fue la orden de jugar a estadio vacío: Dejaba campo libre a cualquier barbaridad arbitral. El general Oscar Ruperto Benavides, dictador de turno, ordenó que no se transara en absoluto.

Hubo un conato de amenaza regional dada la solidaridad verbal de algunas delegaciones latinoamericanas a quienes no le hacían mucha gracia las bravatas eurogringas. Goebbels, el gran factótum mediático de los Juegos, inmediatamente movió sus hilos: Convenció personalmente a los argentinos a que no hicieran olas y pidió a los yanquis que mediaran frente a los mexicanos para lo mismo (Desgraciadamente, su presidente Lázaro Cárdenas estaba ocupado en cosas más importantes como la Reforma Agraria, el asunto del petróleo mexicano y la Guerra Civil española). Al final, el reclamo peruano se quedó solo.

La selección peruana no se presentó al nuevo partido dictaminado y fue eliminada por walk over. Desde Lima se ordenó fulminantemente el regreso de toda la delegación olímpica, incluyendo basketbolistas o nadadores. Varias medallas en ciernes, las primeras de nuestra historia, se quedaron en hipótesis. Ante la indiferencia general, la delegación peruana arrió su pabellón de la Villa Olímpica y se marchó a casa. Como cualquier don nadie. Eso mismo.


(P.D. A estas Olimpíadas debiéramos haber ido).


Continuará...

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