viernes, 20 de febrero de 2009

UNA BONITA PRIMAVERA (la literatura de nuestra guerra goza de excelente salud)


Hace poco más de un año escribí una reseña sobre el libro Caminos de Ayrabamba y otros relatos (Canta Editores, Lima 2006), publicado por Nueva Crónica, un colectivo literario compuesto por prisioneros de guerra y presos políticos en el penal de Castro Castro. Se hizo un poco de ruido al saberse que allí, dentro de los muros del presidio, también se hacía literatura. Y de la buena.

Tiempo más tarde, uno de los miembros de dicho colectivo publicó, con su propia autoría, un libro de cuentos bajo el nombre de Golpes de viento (Nueva Crónica/Gremio de Escritores del Perú, Lima 2007). Víctor Hernández (Ayacucho, 1962), condenado a cadena perpetua en el presidio de Canto Grande por delitos de terrorismo, nos ha regalado un libro de sugerentes historias: un recital de asombrosas escenas no conocidas de nuestra guerra (la visión de una ex hacendada ayacuchana condenada a vivir en una comunidad gobernada por la guerrilla, la visión del trabajo revolucionario urbano desde los ojos de los niños o el doblegar de un destacamento de desactivación de minas del entonces ejército maoísta). Bajo las rejas del penal, es el ejemplo de un hombre que ejerce la literatura como herramienta de su lucha y su libertad.

En los penales hay hasta tres grupos de creación literaria (algo que, al parecer, no tiene importancia en la gran prensa capitalina que ve más noticias en el matrimonio de un futbolista post-adolescente o en el regreso de una urraca). Ellos luchan contra la reclusión con otras armas: La poesía, la narrativa, los sikuris, las artes plásticas. Quien crea que en los centros de reclusión la gente se pudre, que se haga idea de lo contrario. El hombre vive. Y el hombre que ha luchado por sus ideales vive más todavía.

(A ver si lo entienden algunos engreídos de Estados Unidos y San Isidro, por poner un pequeño ejemplo).

Además de Nueva Crónica está el grupo Ave Fénix, que igual que el anterior, nació bajo el yugo implacable del fujimorismo penitenciario: cuando estaba prohibido leer y escribir en las cárceles, cuando los reclusos usaban el valioso papel higiénico para escribir a escondidas, cuando una biblioteca en los penales era tan peligroso como un arsenal. Cuando los artistas tenían que aprenderse de memoria, durante meses y hasta años, sus creaciones personales hasta esperar un momento donde ponerlas en práctica.

Frente al solaz calamo currente de los bloggers de El Comercio, el esfuerzo por escribir mensajes asertivos en un ambiente que prohibía la inteligencia, es un ejemplo que lo mejor del Perú no están precisamente en sus media.

Hoy, tenemos un panorama impensable hace quince años, más o menos.

Hoy (jueves 19 de febrero) puedo presentar un libro de cuentos de Manuel Marcazzolo (un ex -preso político encarcelado por más de una década) Historias de rotonda, (Editorial Aretidea, 2008) sin temor a que la policía me encierre y los jóvenes cronistas del Somos me delaten.

Hoy podemos presentar ese libro con Rocío Silva Santisteban y Roberto Reyes Tarazona (escritores de nombradía, sin que nadie decente les pueda acusar de proterroristas) ante un público repleto en el Centro Cultural Español (que no es, precisamente, un lugar sindical apañador de terroristas). Hoy podemos hablar de la guerra sin los sambenitos del fujimorismo y con el orgullo de saber que la distancia histórica, jejeje, nos ha dado la razón.

(En esto) hemos avanzado.

Hoy, los escritores criollitos que antes defenestraban de la narrativa social o realista se vieron obligados –por mor del capital- a escribir sobre una guerra que apenas padecieron. Hoy tenemos escritores que han admitido escribir sobre la guerra solamente por plata, hoy tenemos a defensores del individualismo y la intimidad del escritor que juegan a escribir sobre nuestra guerra. Hoy, todo un Miguel Gutiérrez, torturado varios años con las secuelas del conflicto, presenta en Lima una novela sobre la experiencia de las mujeres en nuestra guerra interna.

Bacán, sea, hoy la guerra es la voz.

Pero, creo, buena parte del mérito estuvo en estos escritores presos que a los de afuera le decían esta vieja letanía: “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros” un título del viejo libro de Ronald Fraser que demuestra que la memoria, si se sostiene, siempre prevalece. Incluso ante países tan amnésicos como el nuestro.

Jóvenes escritores como Fernando Cueto (leed el imprescindible Días de fuego, Editorial San Marcos /Rio Santa eds. 2008) o los ya conocidos Rafael Inocente, Martín Roldán o Julio Durán le están dando otro acento a la rememoria del conflicto. Ya no son los buenos contra malos como metáfora de la guerra en los ochenta, ni la masa manipulada por las élites terroristas de los noventa, ni las individualidades sometidas a los totalitarismos sociohistóricos en las obsesiones de nuestros escritores criollos de nuestra actual entrecasa. Ahora los escritores ven a los protagonistas de la subversión no como los otros, sino más cerca. Total, todos conversábamos, chupábamos y hasta tirábamos con aquellos ¿O no?

No había otros, todos nos conocíamos. Por eso todos padecimos.

Por eso todos ahora escribimos.

Perdonden la mezquindad, pero buena parte de esta conquista –hoy casi gratuita, pero quince años atrás, sencillamente impensable- se deben a esos escritores con o sin nombre que, desde la prisión, defendieron la literatura.

Las semillas de esta primavera que ahora disfrutamos.



P.D. La imagen es de Los funerales de Atahualpa, en versión proletarian-pop de Marcel Velaochaga, ya todo un clásico. Y buena parte del mérito también estuvo en los que se han quedado adentro.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, yo he escrito un par de cuentos sobre la guerra de los ochenta... me gustaría que los leas...
te dejó mi mail por si te interesa.

rafaelroque82@hotmail.com

Rafael Roque.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Mensaje urgente para Rafael Inocente:
1.- Piensa en positivo.
2.- Piensa en tu gente, tu auditorio y no ne la mierda que goza como hetaira de pus en el sistema que está muriendo.
3.- Publica más cuentos y novelas, ya ya, rápido. Eso quedará en la historia, como la obra de tus pares.
4.- Los periódicos del sistema son papel higiénico que lo comen como algodón los mismos que los escriben.
5.- Tu gente, tu pueblo necesita más obras tuyas. Está a la espera.
6.-Escribe mucho comentando la obra de tus pares, y ni pienses en nombres de los integantes de la basura de la Historia.
7.- Y recibe un abrazo fraterno, mío.

Feliciano.

Hernan dijo...

Estimado Javier Gárvich:

Hace unos años supe de la existencia de estos cenáculos literarios (uno de los cuales es Ave Fénix, el otro Nueva Crónica), nacidos ambos en las mazmorras de las épocas más negras del fujimontesinismo. Sinceramente, el último jueves se presentó un dilema en mi persona al saber que el mismo día y a la misma hora en que se presentaría la novela Confesiones de Tamara Fiol, presentarían un libro de cuentos surgido del fragor de las luchas populares. Javier, qué enorme alegría saber que estos esfuerzos se han cristalizado al fin en un libro que seguramente dará que hablar a tirios y troyanos, a los malhablados de siempre y a los bujarrones cobardes parapetados en la distancia. Lamentablemente no pude asistir aquél día, estuve en la presentación de Confesiones de Tamara Fiol, y aunque luego te estuvimos esperando en el lugar de siempre con Julián Pérez, Cahuide, Teófilo, David, Retamozo, Ternero y algunos otros amigos, no nos brindaste el placer de apreciar tu inconfundible humanidad ataviada por la camiseta del Barza.
El día de la presentación de Tamara Fiol, uno de los que acompañó a Miguel Gutiérrez en la mesa fue Abelardo Sánchez-León L., quien más allá de los acertados puntos que reseñó acerca de Confesiones de Tamara Fiol, cometió —salvo mejor parecer— un desatino apenas al iniciar su disertación. Dijo algo así como que la de Gutiérrez se sumaba a otras obras que hablaban de la guerra interna como las de Cueto (Alonso), Roncagliolo, Thays y Alarcón. El gesto de extrañeza e incomodidad en el auditorio fue evidente.
Resulta desconcertante que escritores tan cautivadores como Fernando Cueto o José de Piérola, no sean todavía considerados por otros escritores (que ya no por los medios) como escritores que desde otra perspectiva cuentan los avatares de la guerra interna. Ambos tienen varias novelas publicadas y la calidad de su narrativa es inocultable. ¿Qué sucede entonces entre los escritores mayores (me refiero a la edad), para que persistan en su silencio frente a la obra de estos narradores jóvenes?
Sería un disparate intentar negar que los escritores que nombró Abelardo Sánchez-León como narradores de la guerra, tengan todo el derecho del mundo a fabular desde su particular visión lo que significó para ellos la violencia interna. Pero basta por favor de esa actitud antidemocrática de seguir creyendo que solamente son dos o tres "limeños" quienes están escribiendo acerca de un conflicto que afectó fundamentalmente al peruano de a pie, al peruano de tierra adentro.
¿O es que Abelardo Sánchez-León desconoce las obras de Cueto, Piérola, Pérez Huarancca, Zuzunaga Huayta por mencionar unas pocas de las más de 200 publicaciones que sobre la guerra interna existen? Prefiero creer que Abelardo Sánchez-León no ha leído estas obras recientes de autores jóvenes por falta de tiempo y por eso lee las obras que tiene más a la mano. Por lo demás, Sánchez-León realizó un resumen impecable de la novela de Miguel Gutiérrez, por quien declaró su admiración y alta estima como narrador y amigo.
Es ejemplar el que Manuel Marcazzolo haya logrado alumbrar en condiciones infrahumanas, con más veinte horas de encierro al día, una obra que estoy seguro debe ser valiosísima no solo como documento testimonial, además como manifiesto patente de que el arte puede nacer en los lugares más improbables.
Aprovecho para tocar otro tema tangencialmente relacionado: ayer noche me enteré que el Crítico Soez, después de persistir en sus insolencias, nos recomienda a Ybarra, Coral y a quien esto escribe que nos encerremos en una habitación por dos meses para ver "si escribimos algo interesante".
Sólo dos preguntas para el escritor frustrado que confunde los pedos con sirenas (¡vaya la zalamería con la Llosa!) y que para concha se dice de izquierdas: ¿Alguna vez estuvo usted encerrado en contra de su voluntad en una habitación? ¿O es un apologista de la carcelería como los Wolfenson quienes desde los diarios chicha difamaban a medio mundo para que sean encerrados porque el fujimontesinismo los consideraba como peligrosos para la santaputa democracia mientras usted editaba el pelágico suplemento Somos de El Comercio?
Yahvé, el dios de los judíos, usó la palabra "maldito" para abominar de la serpiente, luego de Adán y Eva y la humanidad toda y después de Caín por asesinar a su propio hermano. Jesús llamado Cristo, tampoco fue un dechado de urbanidad en este aspecto. Según la Biblia, a la muy tierna edad de 4 ó 5 años llamó a un hijo de Anás "grano execrable de iniquidad, hijo de la muerte" y "oficina de Satán".
Que el Crítico Soez, docto en pullas/cual mozo de caminos, me llame entonces imbécil y otras perlas (seguramente vibrando de inconfesable placer nocturnal), porque no le gustaron algunas respuestas mías, sólo demuestra que es digno hijo del pueblo elegido, tan decente como los Wolfenson o Schmuel, notorias porquerías fujimontesinistas.

Rafael Innocente

Anónimo dijo...

Mi solidaridad con Rafael Inocente, Rodolfo Ybarra, Martín Roldán, Julio Durán... y contigo que ahora estás siendo vilmente atacado por ese señorzuelo.

Larga vida a los Escritores Populares

MEP

Anónimo dijo...

Del blog "Generación Cochebomba"

Anónimo dijo...
Compañeros, Feliciano Mejía está organizando una lista de firmas para enviarla a la universidad de Maine, Bowdoin, a nombre de Kate Flaherty quien es la jefa de este delincuente literario. Está con las horas contadas. Aparte, como ciudadano francés está haciendo la denuncia respectiva en el consulado.
Estaremos informando en las próximas horas

robot de sifuentes

Anónimo dijo...

Hola, si no fuera mucha molestia quisiera saber donde puedo encontrar el libro de Victor Hernandez-Golpes de Viento. Gracias si me ayudas.

Mara.

javier dijo...

En Chimbote lo encontrarás en todas partes. En Lima, tienes que ir a la librería de la editorial San Marcos (eso es en Wilson a cuadra y media de La Colmena)y lo tendrás con seguridad. Me parece que lo venden por veinte luquitas.

Anónimo dijo...

Estimado javier. Para meter mi cuchara y señalar que dos de los finalistas del último concurso de cuentos que organiza la revista Caretas son presos por delitos de terrorismo.

Meterete dijo...

¿Y qué tal un club de lectura?