domingo, 29 de julio de 2012

EL MILITARISMO EN LA EDUCACIÓN (y seguimos hurgando en la insoportable levedad del ser peruanos)


Para nosotros, el desfile escolar de Fiestas Patrias puede ser lo más normal. Es más, para nuestros escolares puede resultar incluso su momento de gloria desfilando en el Campo de Marte. Sin embargo, este simulacro paramilitar es chocante a los ojos de cualquier extranjero. Mi hijo, educado en España (donde no existen uniformes escolares obligatorios y los chicos pueden asistir a clase con el pelo largo) se asustó de los peruanísimos desfiles escolares de Fiestas Patrias y más aún de la pasión que ponían nuestros estudiantes en marchar mecánicamente, cuidar su impecable uniforme e incluso aventurarse con el paso de oca ("¡¡Papá, esto es fascismo!!"). En un país con poca cultura musical, resaltaban las bandas escolares de tarolas, bombos y xilófonos que generalmente alimentan los desfiles (apenas figuran trompetas, hay por allí algún saxofón y ningún clarinete). Lo que aparentemente es un homenaje a la patria, en realidad es un pobre remedo de la cultura militarista en este país. Porque el asunto es ese.


Un país donde nuestras fuerzas armadas han perdido casi todas nuestras guerras ¿Cómo legitimarse ante el resto de peruanos? Donde bajo la bandera patria masacraron a campesinos desde los tiempos de Atusparia o  Rumi Maqui  hasta los años terribles que todos conocemos. ¿Cómo legitimarse? Pues apropiándose de la educación, marchando, embutiéndonos de héroes criollos, marchando, hablando de una nación inexistente, marchando, ignorando nuestro extraordinario pasado prehispánico. Y marchando.

Bajo estas líneas verán unas fotos. Estas fueron tomadas el año pasado en un colegio de Pamplona alta, una zona de pobreza y pobreza extrema adosada en el flanco sur de la capital. Julio del año 2011, lluvioso,  tan cargado de neblina como en aquel 28 de 1821 donde se declaró la independencia en cuatro lugares distintos de la ciudad de Lima (y no solamente en Plaza de Armas como mentirosamente nos cuenta la hagiografía estatal y metropolitana). 2011, era día de desfiles, además el colegio anfitrión cumplía 30 años de fundación. Y, para la ocasión, invitó a las escoltas de otros colegios. Ser Escolta es algo muy valorado por el colegial medio, una suerte de popstar pero en pequeñito.


Empecemos por los invitados. Acá abajo tenéis el colegio particular Héroes del Pacífico, con un uniforme naval a la ocasión. Ojo a los entorchados, la corbatita, el blazer náutico y los guantes ceremoniales. Y todos paraditos en posición de firmes. Así es como quiere vernos la Marina de Guerra.



Sigamos, luego tenemos al Juan de Espinosa Medrano, un colegio estatal pequeño pero que porta una original indumentaria, donde combina el clásico uniforme escolar actual (el eterno encanto de la falda escocesa) con un bombín altiplánico. También están en posición de firmes.



Ahora viene el Alfonso Ugarte, otro colegio de Pamplona alta donde estudian muchas trabajadoras infantiles domésticas. Uff, abundan las charreteras, los capotes y una estética, digamos, de la Guerra de las Galaxias (y si echamos a volar la imaginación, las podríamos ver como militantes de la BDM o casi como comisarias soviéticas). No neguemos que es espectacular y ya quisiéramos a nuestras policías o soldadas vestir así, aunque sea para los desfiles. 




Y ahora el colegio anfitrión, La Inmaculada (sí, en el Perú, muchísimos colegios públicos de un Estado teóricamente laico tienen nombres religiosos: Inmaculada, Nazareno, Santa Rosa, etc.). Es un colegio pequeño, con buena cantidad de niños y adolescentes trabajadores. Diría que me encanta su uniforme sencillo, austero, virtualmente proletario. Aunque me consta que las chicas todos los años piden que el colegio le compren uniformes más acordes con la competencia. Quieren desfilar como marineritas o tropas imperiales. Tienen derecho.


Y desfilan llenas de orgullo. Porque se alucinan personajes de peruanidad. Es en ese momento del desfile donde se consideran peruanas, nos guste o no. Y con todas las contradicciones del mundo. En la foto de abajo, la adolescente quien porta la bandera -a quien llamaremos Irma- está feliz y marcial, marcando el paso y cuadrando a su escolta con el autoritarismo de toda una cachaca. Pero Irma, además, es parte de una catequesis católica local. Pero Irma, además, es poeta y compositora de muchas melodías de rap, todas de letra provocadora e iconoclasta. Pero Irma, además, es una lideresa nata amante del teatro.Y sí, así la puedes ver marchando impávida, impasible el ademán, con un celo militar de quien desfilara en Westpoint o en la Plaza Roja.



País conflictivo y contradictorio. El militarismo (y la religión) se han convertido en reservorios de ética y moral en un país donde se pisotea con impunidad la ética y la moral. En los colegios públicos se derrochan cientos de horas entrenando para desfilar. Y se fomentan actos religiosos en la creencia que ellos evitarán que nuestros escolares se vuelvan pandilleros o drogadictos. Porque esa es la trampa: Marchando y rezando tendremos que acabar con las lacras del alcohol, la delincuencia y la drogadicción. En colegios públicos  donde algunos directivos roban, algunos profesores trapichean notas y algunos escolares desertan porque creen que lo que estudian no les sirve. El problema no es que no sepan valores. Los saben perfectamente.

Saben también que los adultos se orinan en dichos valores. Que sus padres engañan a sus esposas, que pegan a sus hijos sin razón, que solamente ven telebasura, que le niegan a su hijo comprar libros mientras tienen en El Trome la única literatura en casa. Que la viveza, la pendejada, la criollada dan plata y que la sinceridad es sinónimo de cojudez, que la solidaridad es cosa de perdedores. Que la heroicidad es algo, sencillamente, incomprensible.

Y así creemos que marchando aprenderán valores.

Afortunadamente, ese tiempo está pasando y aumenta la idea de buscar otras formes mejores de querer este país. 

Año 2012. En el mismo colegio donde se concertaron desfiles paramilitares surgió la iniciativa de algunos profesores por darle otro acento a la celebración de fiestas patrias. Chau al militarismo, cada aula representaría a una región del Perú. Los estudiantes se imaginarían por un día ser ayacuchanos, cajamarquinos, sanmartinenses o iqueños. Aprenderían sus danzas y sus viandas. Se enterarían que awajunes o boras son sus hermanos, aprenderían a saludar en quechua o cómo se hace una pachamanca.

Y nuestra Irma, la cachaca, ahora dirigía el stand que representaba a Apurímac. Nos hablaba de una parte del Perú que todavía no conoce. Antes marchaba, ahora nos habla. 

Pablo Macera, nuestro historiador ahora caído en desgracia, decía que cualquier descubridor de algo en el Perú terminaba siendo un inventor del Perú. Las niñas y adolescentes del colegio La Inmaculada, han empezado a inventar su país.

Feliz 28, amigos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cásar ángeles L.: Genial este post Javier, todo, i en especial su revolucionario (i no es retórica) final…..te felicito y paso a mis contactos
Es cierto todo lo ke allí dices…se podría escribir un libro sorbe las experiencias de muchos de nosotros con estos asuntos de desfile putrios y demás hierbas (escondidas o no)…..por mi parte nunca fue de mi devoción, y evadí el SMO aduciendo una veraz miopía, i con una pekennia ayuda de los amigos (de mi padre, en verdad)….io k tengo familia militar i conozco ese mundillo de cerca, desde niño, t puedo reafirmar lo k dices, es mas, si aki hubiera una revolución real todas las ffaa debieran desaparecer en tanto parte de este viejo Estado peruano que hace rato es un gran estorbo para los intereses de las mayorías, salud! Espero verte en la feria al cierre

jp dijo...

Completamente de acuerdo. Curioso como se dan por sentadas tantas costumbres sin reparar en qué contexto histórico fueron originadas.