Soy, posiblemente, de la última o penúltima generación que creció leyendo revistas de historietas y fotogramas.
En
aquellos años setenta sólo teníamos tres canales de televisión en blanco y
negro: en la época de Velasco pasaban lo mismo (Astroboy, Los Tres Espaciales,
El Hombre Par) en los tres, en la de Morales Bermúdez interrumpían los mejores
programas para poner discursos de los ministros militares contra las huelgas
del Sutep o la CGTP (cuando quería ver a Melissa Sue Anderson de La Familia Ingalls, aparecía el
tenebroso Ministro del Interior Pedro Richter Prada, esa fue una de las razones
por las cuales ya me volví comunista en el colegio).
Los
teléfonos eran defectuosos y no te podías pasar horas hablando con tu amiga del
alma, el sistema postal era lento y caro (sobre todo si querías escribirle a tu
amiga finlandesa del alma). Las computadoras e internet eran pura ciencia ficción.
Cuando
abrías el periódico sólo tenías diez largometrajes en la cartelera, la tercera
parte hindúes (cuando el cine hindú era llorón y no tenía los alicientes bailables del actual cine de la India para adolescentes). Vimos Star Wars con tres años de retraso y colas
kilométricas, cuyo único aliciente era cobrar por colarse o ligar con hembritas
chantajeándolas con comprar un ticket para ellas.
Los
antros de ocio para los retoños de la clase media limeña se reducían a los
espacios semivacíos de Camino Real, paseos pajeros por Miraflores o el golfito
de El Rancho. Lo más borderline era
ver al Alianza de Cueto y Cubillas en el recién estrenado estadio de Matute o presenciar
los últimos estertores del cachascán en el estadio municipal de Surquillo. Y
comerte los fines de semana en el Parque Universitario, lleno de migrantes, trabajadoras del
hogar y reparadores de anteojos, alquilando
historietas por unos devaluadísimos soles.
Historietas
que, en ese entonces, las llamábamos chistes
(en España se llamaban tebeos, en
Italia fumetti). El término cómic era
casi desconocido y reservado para los intelectuales enteradillos. Los mocosos
de entonces no sabíamos nada de la guerra entre Marvel y DC Comics, ni de las
miserias de la editorial Novaro, ni la influencia del Comic Code. Sencillamente
disfrutábamos de Superman, Tarzán, Linterna Verde, el Super Ratón o el Capitán América. Leíamos
tanto comics de terror (Doctor Mortis) como todas las subversiones de la
factoría Disney (los sobrinos del pato Donald, el rico Mc Pato, los chicos
malos, el inventor Giro Peraloca). Nos encantaban las sugerentes formas de
la Gatúbela y Superchica e ignorábamos las presuntas simbologías homosexuales
de Batman y Robin.
Ah, y tuve la suerte de revolver en los archivos familiares y encontrar la bizarra revista Avanzada, una publicación católica de los años cincuenta y sesenta, donde además de conocer historias de misioneros, vaqueros y samurais, te topabas con las aventuras de Coco, Vicuñín y Tacachito, tres personajes que representaban a la costa, sierra y selva peruanas y que proponían con candor la paz, el progreso y la amistad en la sociedad oligárquica de entonces (en un conmovedor capítulo logran reconciliar al terrateniente racista y cascarrabias con los laboriosos y agradecidos indios de su hacienda). Era entrar a un universo paralelo.
Ah, y tuve la suerte de revolver en los archivos familiares y encontrar la bizarra revista Avanzada, una publicación católica de los años cincuenta y sesenta, donde además de conocer historias de misioneros, vaqueros y samurais, te topabas con las aventuras de Coco, Vicuñín y Tacachito, tres personajes que representaban a la costa, sierra y selva peruanas y que proponían con candor la paz, el progreso y la amistad en la sociedad oligárquica de entonces (en un conmovedor capítulo logran reconciliar al terrateniente racista y cascarrabias con los laboriosos y agradecidos indios de su hacienda). Era entrar a un universo paralelo.
Pero,
además, nos sumergimos en la historieta cien por ciento mexicana: El antihéroe
Capulina, el carca Aniceto o las eróticas (y muy pertubardoras) historietas de Hermelinda
Linda que lindaban en la delgada línea de la prohibición. También las explotation del catch mexicano (los
fotogramas de El Santo y Blue Demon) y las refinadas historias de Kalimán y Hatha Yoga, herederas de la bizarra temática mexicana de brujos
indígenas, científicos locos y magos escapistas.
Para
los loquitos antisociales de la época, teníamos Vidas ilustres, Joyas de la
Mitología, Leyendas de América y Turok, el piel roja que vivía en un
mundo jurásico. También habían disidentes que hurgaban en las colecciones
ambulantes de las calles Lino Cornejo y Contumazá, donde los libros de
historietas argentinas El Tony , Fantasía y D’Artagnan se mezclaban con las revistas China Reconstruye y Sputnik.
El menú de esas historietas rioplatenses era un dibujo distinto –casi sofisticado- que
convertía en chuscos a sus símiles mexicanos. Otros méritos eran la recreación de películas que tardaban años
en llegar a Lima, o que nunca llegaban, así como ofrecer héroes diferentes (como El Cabo Savino, Nippur de Lagash o Pepe Sánchez). Era nuestra manera infantil/adolescente de viajar
por el tiempo y el espacio. La otra era escuchar las radios extranjeras de onda
corta (las ediciones en español de la BBC o la Deutsche Welle). Así
estaban las cosas.
Por
eso, nuestra experiencia en historietas difiere bastante a la última generación
de productores y consumidores de cómics en el Perú.: Chicos y chicas valiosas que
están muy influenciados por el manga
y la onda gótica, pero cuya experiencia con las historietas ha sido absolutamente diferente: en términos
básicos, experimentan el cómic en un mundo donde internet, el photoshop, el
DVD, el MP3, el cable (pagado o pirateado) y el teléfono celular copan casi
todo el ocio adolescente peruano. El cómic tiene para los jóvenes de hoy un
valor muy distinto del que tuvimos, ya no es la publicación de masas que
editaban las transnacionales, sino un producto de consumo minoritario que, sin
embargo, intenta producir un valor cultural agregado, casi artístico, que
propone la historieta como un camino no solo de entretenimiento sino también de
enseñanza y reflexión.
Todo
esto lo husmeé asistiendo por la mañana al Encuentro de Fanzines 2012 que se
celebró en la Casa de la Juventud de Jesús María, gracias al liderazgo y buen
hacer de la socióloga y promotora cultural Candy López Sotomayor. Allí, bajo el
inclemente sol veraniego, vi buena parte del actual cómic peruano –heroico, independiente, a veces trivial a veces alternativo- como otro de los productos culturales de los peruanos del siglo
XXI. Que no todo es gastronomía.
Y,
ojo, he visto cosas muy sugerentes y esperanzadoras: Una voluntad de proponer
héroes auténticamente peruanos (MED Cómics), historietas de adolescentes que se trasladan a
las épocas prehispánicas (Pururauca) o mangas limeños que narran con desenfado la problemática laboral
de los jóvenes metropolitanos (Jobs).
Las
artes mutan con el tiempo. Inútil hablar de artes eternas: el teatro ha mutado de ser la televisión de las urbes
decimonónicas a sobrevivir como performances minoritarias, la pintura de ser un oficio
masivamente demandado a terminar como ejercicio elitista. La poesía era el
principal vehículo de relación erótica entre pares y ahora una disciplina
exclusiva para letrados cosmopolitas y refinados. Por el contrario, la
fotografía pasó de ser un profesión industrial a convertirse en un nuevo arte,
y la historieta de ser un arte sometido al consumo de masas a ser una
alternativa visual inteligente y denunciadora.
No
tengo plata para comprar los grandes cómics clásicos (sea Maus, sea El Eternauta) pero
por lo menos pude invertir quince solcitos en adquirir varios ejemplares de
fanzines peruanos en el Encuentro mencionado. Me ha pasado lo mismo que con la
literatura peruana que suelo consumir (la de provincias, la limeña marginal, la
de los escritores que no quieren arrodillarse a las transnacionales y sus políticas
de consumo banal y mercantil). Es decir, sentir la creatividad viva, las ganas
de hablar con un lenguaje distinto del mercado, las formas individuales,
rabiosas, conscientes de interpretar el Perú. El arte, una vez más, convertido
en el alimento de nuestras esperanzas, utopías y luchas. Casi nada.
Y ya
no extraño ni al Super Ratón, ni a Turok, ni a Melissa Sue Anderson.
P.D. La foto, del superblog ArkivPerú
P.D. La foto, del superblog ArkivPerú
2 comentarios:
cesar ángeles L:
/comparto contigo este testimonio al paso que quizá co-explique en parte cierto alejamiento de la lectura en los niños i jóvenes de hoy, en relación con las ideas de tu simpático post/. Recuerdo ahora un comic de la movida española, debes conocerlo: Anarcoma…..del andaluz Nazario. Algo medio fuerte en su momento, de la mano del destape tardío espangiol. Anarcoma: detective travesti, con su calvo robot XM2, al ke si le tocaba el ombligo se le erectaba la superpolla, je. Por mi parte tengo recuerdos semejantes a los tuyos. Tanto era mi afición entonces por esos chistes o comics, ke pedía a mi padre ke me los empaste, como tomos pra leerlos a mi gusto. Fue así ke creé mi 1ra biblioteca con ‘libros’ empastados, con carátula kromática y todo, con esos chiste de héroes, de animales, de hanna barbera, de los picapiedras, etc etc. No se, pero quiza esa fue una manera divertida/espontánea de agarrar el gusto por la lectura. Un día mi hermano mayor me dijo ke todos esos tomos serian reemplazados tarde o temprano por libros. Yo le dije asustado que jamás. Pero asi ha sido, hoy tengo libros, y esos tomos de chiste duermen el sueño de los vencidos en cajas en casa de mi familia. Pero es un sueño sereno, porque saben que no han muerto, que de algún modo inspiraron mi biblioteca actual, y saben que habitan en mí, en el niño mío que me nutre, que me niego a matar, como hacen tantos, p.e. esos machosmen, esos neonazis, esos pobres diablos que afean esta vida tan plena y poderosa. Para eso estamos también, para hacerla mas plena i poderosa, i que ese poder eche fuera a quienes se constituyen como simples meros apenas estorbos.
Pd los recuerdos ke haces del comic mexicano son lo máximo. ‘El carca aniceto’, ya no ya: Inspiración quizá para aquel Torrente, brazo tonto de la ley, del cine espangiol?
estoy viendo a la hechizada en un capitulo de los picapiedra por tooncast
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