La llamada Literatura de la Violencia –eufemismo para referirse a la narrativa que trata nuestra guerra interna- no es algo reciente ni mucho menos, como por ahí lo dijo quien se consideraba su precursor. Muchos ponen como primer hito el célebre cuento de Julio Ortega Adiós Ayacucho (1986) y otros van más atrás señalando el legendario libro de relatos Los ilegítimos (1980) de Hildebrando Pérez Huarancca (sobretodo por el protagonismo que tuvo el entonces escritor en nuestro conflicto). Luego, han aparecido una sucesión de narradores -¿casi un centenar? ¿más?- que han construido lo que es ya todo un subgénero consolidado en la literatura peruana contemporánea.
Sin embargo, el grueso de quienes han escrito sobre nuestra guerra han sido, por lo general, espectadores externos al tema (lo que no invalida el texto, faltaría más) y muy pocas veces –a diferencia de la literatura que han producido otras revoluciones o conflictos armados similares en el mundo- los directamente involucrados en la contienda han expresado su testimonio por escrito.
Por eso, saludamos la aparición de Camino de Ayrabamba y otros relatos (Canta Editores, Lima 2008), libro de cuentos escrito por el grupo literario Nueva Crónica, formado por los condenados por delitos de terrorismo del penal de Castro Castro. El libro ya contó con dos masivas presentaciones en Lima, la última llevada a cabo en el Centro Cultural de España y que contó con una mesa de lujo a cargo de Oswaldo Reynoso, Rocío Silva Santisteban y Julio Heredia (y donde un servidor colaboró con algunas palabras de preámbulo).
Una primera observación es el hecho que mucho de los cuentos han sido escrito “a dos manos”, por no hablar de otros que, probablemente, han recibido sugerencias y aclaraciones por parte de diversos compañeros de prisión. La mayor parte de los cuentos –para bien o para mal- tienen la impronta de formar parte de una creación colectiva.
Son cuentos agresivos, que hablan de la guerra abiertamente y usando el lenguaje interno de los militantes. Destaca el cuento que da título al libro y que nos habla de los primeros ataques guerrilleros en Ayacucho al comenzar la década de los ochenta. Lo que parece resultar una rutinaria descripción de las acciones militares, luego termina con un sorprendente final. En ese rubro de historias está también “Cañada roja” que narra la vida cotidiana de un Comité Popular Abierto (territorio gobernado directamente por la guerrilla, conocido coloquialmente como “zonas liberadas”) pero desde el punto de vista de la viuda del gamonal que anteriormente regía el distrito con mano de hierro. Así también, tenemos una historia (“Zapadores por necesidad”) que nos informa de una práctica militar muy poco conocida en nuestra guerra: La siembra de minas que las Fuerzas Armadas realizaban en torno a las torres de alta tensión, y la respuesta de los subversivos creando sus propios destacamentos para desenterrarlas.
Pero no todo el libro se compone de este tipo de relatos. Tenemos también "Cantarina", un hermoso cuento en clave infantil que nos habla del desarrollo de Sendero en las ciudades (la imagen de los volantes partidarios vistos como mariposas de papel es más que notable). "Imborrable presencia" nos cuenta una historia al principio lastimera (los deudos en busca de la tumba de un familiar desaparecido en el tornado de nuestra guerra) y que termina como una canción coral, pues cada miembro del pueblo aporta sus anecdotarios y recuerdos para que, entre todos, reconstruyan emotivamente la imagen del hijo asesinado bajo ese sino inevitable donde siempre se van los mejores. No puedo dejar de citar el relato "Reencuentro" (mi cuento favorito), donde el testimonio de un guerrillero preso, condenado arbitrariamente y confinado durante casi veinte años en los presidios del Estado; finalmente es liberado y va en busca de su padre sumido en un juego de espejos, donde se evidencia que el sufrimiento termina siendo igual en ambos lados de las rejas. Algo normal en un país donde la vida, en aquellos años, no valía nada.
Camino de Ayrabamba tiene el mismo impacto que el celebrado libro del historiador Nathan Wachtel Los Vencidos: El hecho histórico recreado por los protagonistas que perdieron en el conflicto. En aquel caso, el punto de vista de los indios frente a la conquista española, en éste el de los militantes maoístas en nuestra guerra interna.
Sí, ya veo las críticas y las pedradas a este post. Antes del linchamiento déjenme decirles esto: Tenemos que hablar todos, tenemos que escucharnos a todos. Tenemos que entendernos todos. La reconciliación basada en dejar que los miembros de un lado se pudran en la cárcel será siempre incompleta. La memoria histórica que no recoja las perspectivas de aquellos otros, aún no estará culminada. Y a riesgo de cursi, repito la famosa exhortación final de Manuel Azaña, aquel republicano anticlerical y progresista que luego terminó asustado y contrito frente a las tremendas dimensiones que tomó la Guerra Civil española:
“Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio (…) vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción; que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón.”
Sin embargo, el grueso de quienes han escrito sobre nuestra guerra han sido, por lo general, espectadores externos al tema (lo que no invalida el texto, faltaría más) y muy pocas veces –a diferencia de la literatura que han producido otras revoluciones o conflictos armados similares en el mundo- los directamente involucrados en la contienda han expresado su testimonio por escrito.
Por eso, saludamos la aparición de Camino de Ayrabamba y otros relatos (Canta Editores, Lima 2008), libro de cuentos escrito por el grupo literario Nueva Crónica, formado por los condenados por delitos de terrorismo del penal de Castro Castro. El libro ya contó con dos masivas presentaciones en Lima, la última llevada a cabo en el Centro Cultural de España y que contó con una mesa de lujo a cargo de Oswaldo Reynoso, Rocío Silva Santisteban y Julio Heredia (y donde un servidor colaboró con algunas palabras de preámbulo).
Una primera observación es el hecho que mucho de los cuentos han sido escrito “a dos manos”, por no hablar de otros que, probablemente, han recibido sugerencias y aclaraciones por parte de diversos compañeros de prisión. La mayor parte de los cuentos –para bien o para mal- tienen la impronta de formar parte de una creación colectiva.
Son cuentos agresivos, que hablan de la guerra abiertamente y usando el lenguaje interno de los militantes. Destaca el cuento que da título al libro y que nos habla de los primeros ataques guerrilleros en Ayacucho al comenzar la década de los ochenta. Lo que parece resultar una rutinaria descripción de las acciones militares, luego termina con un sorprendente final. En ese rubro de historias está también “Cañada roja” que narra la vida cotidiana de un Comité Popular Abierto (territorio gobernado directamente por la guerrilla, conocido coloquialmente como “zonas liberadas”) pero desde el punto de vista de la viuda del gamonal que anteriormente regía el distrito con mano de hierro. Así también, tenemos una historia (“Zapadores por necesidad”) que nos informa de una práctica militar muy poco conocida en nuestra guerra: La siembra de minas que las Fuerzas Armadas realizaban en torno a las torres de alta tensión, y la respuesta de los subversivos creando sus propios destacamentos para desenterrarlas.
Pero no todo el libro se compone de este tipo de relatos. Tenemos también "Cantarina", un hermoso cuento en clave infantil que nos habla del desarrollo de Sendero en las ciudades (la imagen de los volantes partidarios vistos como mariposas de papel es más que notable). "Imborrable presencia" nos cuenta una historia al principio lastimera (los deudos en busca de la tumba de un familiar desaparecido en el tornado de nuestra guerra) y que termina como una canción coral, pues cada miembro del pueblo aporta sus anecdotarios y recuerdos para que, entre todos, reconstruyan emotivamente la imagen del hijo asesinado bajo ese sino inevitable donde siempre se van los mejores. No puedo dejar de citar el relato "Reencuentro" (mi cuento favorito), donde el testimonio de un guerrillero preso, condenado arbitrariamente y confinado durante casi veinte años en los presidios del Estado; finalmente es liberado y va en busca de su padre sumido en un juego de espejos, donde se evidencia que el sufrimiento termina siendo igual en ambos lados de las rejas. Algo normal en un país donde la vida, en aquellos años, no valía nada.
Camino de Ayrabamba tiene el mismo impacto que el celebrado libro del historiador Nathan Wachtel Los Vencidos: El hecho histórico recreado por los protagonistas que perdieron en el conflicto. En aquel caso, el punto de vista de los indios frente a la conquista española, en éste el de los militantes maoístas en nuestra guerra interna.
Sí, ya veo las críticas y las pedradas a este post. Antes del linchamiento déjenme decirles esto: Tenemos que hablar todos, tenemos que escucharnos a todos. Tenemos que entendernos todos. La reconciliación basada en dejar que los miembros de un lado se pudran en la cárcel será siempre incompleta. La memoria histórica que no recoja las perspectivas de aquellos otros, aún no estará culminada. Y a riesgo de cursi, repito la famosa exhortación final de Manuel Azaña, aquel republicano anticlerical y progresista que luego terminó asustado y contrito frente a las tremendas dimensiones que tomó la Guerra Civil española:
“Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio (…) vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción; que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres, que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón.”
ACTUALIZACIÓN: Una aproximación interesante -y nada prejuiciosa- sobre las relaciones entre nuestra literatura y la guerra interna está en este trabajo de Víctor Quiroz. El tercer número de Intermezzo tropical tiene textos muy sugerentes sobre los años de la violencia y, como si fuera poco, imaginen qué tema ha abordado el último número de Ajos & Zafiros, de inminente aparición...
20 comentarios:
Te faltó poner dónde se puede conseguir ese libro.
Canta Editores es una jovencísima editorial. Creo que en la librería Commentarios puedes encontrar ejemplares. Sin embargo, me pondré en contacto directamente con Mary Soto -que es la directora de la editorial- para que me aclare sobre sus puntos de venta.
Espero que no me censures:
Aunque me he prometido a mí mismo no entrar en polémicas, ante la admiración y el respeto que me produce Abelardo Oquendo quiero poner los siguientes puntos sobre las íes:
En principio quiero aclarar que la conclusión a la que supuestamente llega mi artículo, en palabras de Abelardo Oquendo, se desprende de su lectura y, por tanto, es de su absoluta responsabilidad. No acepto que me hagan decir cosas que no he dicho. Sería no sólo contradictorio sino absurdo que yo abogue por la pluralidad y por defender las diferencias, y busque excluir obras de cualquier género o tendencia.
En cuanto al punto del maoísmo, sí debo darle la razón a Abelardo Oquendo: resulta inútil para esta discusión reducirla a una acusación de “maoístas” a quienes están en una postura, o de “liberales” a quienes están en la orilla opuesta. Y lamento que la referencia al maoísmo que hice pueda quizá interpretarse de ese modo. La idea del artículo es justamente lo contrarioo: enfatizar que no puede reducirse ni simplificarse una discusión literaria bajo ninguna dicotomía (excluidos y hegemónicos, criollos o andinos, maoístas y liberales) dada la complejidad del país y por ende, del concepto de Literatura Nacional.
Sin embargo, insisto en que no creo que sea un despropósito o un insulto –y menos aún una “grave acusación”- subrayar la importancia que tiene la doctrina maoísta para entender cómo se enfocó en algunos esta discusión. ¿Acaso puede pasar por alto Oquendo que muchas de las acusaciones contra los “criollos” estuvieron teñidas de un sectarismo político? ¿Puede borrarse el pasado político de un escritor cuando este defiende una causa con argumentos que se desprenden de esa ideología? Y por lo demás: ¿Acaso las discusiones literarias durante décadas o siglos, en el Perú y en el Mundo, no han sido sino la ampliación del campo de batalla político al terreno literario?
¿Por qué le afecta a Oquendo que mencione la educación maoísta de algunos escritores? Vinculo su indignación a otras reacciones similares, como aquella de quienes calificaron de “soplonería” o “delación” al texto de Ampuero durante la bronca andinos-criollos en que recordaba las loas de Miguel Gutiérrez a Abimael Guzmán (una acotación pertinente cuando Gutiérrez, proponiéndose como una voz equilibrada y tolerante, introducía conceptos de innegable carga política como la existencia de una “clase social dominante” convertida en “mafia literaria”); o también al rechazo visceral que produjo en Oswaldo Reynoso el hecho de que Gustavo Faverón publicara sin fechas algunos cuentos en la antología Todas las sangres, o el que el mismo Faverón identificara en su prólogo las siglas SL de un personaje del cuento de Gutiérrez con un grupo político determinado, o incluso que interpretara el cuento de Hildebrando Pérez como un anticipo de su radicalización política.
Manteniéndose aún vigente la legislación que pena la apología al terrorismo, los temores son comprensibles. Pero ¿es posible borrar de la historia literaria peruana la cercanía que tuvieron muchos intelectuales en los años 70 con la doctrina maoísta? ¿Y más aún, podemos entender las dicotomías entre escritores sin aludir a estas cuestiones ideológicas? Estoy hablando no de un prejuicio, sino de actos concretos y verificables. Me refiero al hecho de que el grupo Narración iniciara su revista colocando a página completa la tesis sobre el arte de Mao Tse Tung. Y a las innumerables reseñas en las que, siguiendo los dictados maoístas, aunque se reconocía el valor literario las obras eran juzgadas duramente por las posturas políticas “decadentes y burguesas” de sus autores; y me refiero específicamente al principio maoísta “Lo que exigimos es la unidad de la política y el arte, la unidad del contenido y la forma, la unidad del contenido político revolucionario y el más alto grade posible de perfección de la forma artística”, que fue el norte con que Miguel Gutiérrez elaboró su valoración literaria de la Generación del 50 en Un mundo dividido y el que le permitió, además, dedicarle las últimas páginas en alabanza a Abimel Guzmán a quien calificó de “paradigma intelectual” de su generación. Entonces, ¿tiene o no, concretamente, el maoísmo importancia en la elaboración de algunos conceptos literarios en el Perú? Y si lo tiene, ¿por qué debemos evitar la mención a esa influencia para entender las dicotomías en las que se enfrascan los escritores peruanos?
Mao dictó: “Nuestro propósito es asegurar que la literatura y el arte encajen bien en el mecanismo general de la revolución, se conviertan en un arma poderosa para unir y educar al pueblo y para atacar y aniquilar al enemigo, y ayuden al pueblo a luchar con una misma voluntad contra el enemigo.” No es difícil darse cuenta de que esa idea es la que levantan aquellos que proponen la noción sectaria y demagógica de una literatura peruana “auténtica” –y con una agenda específica de temas "peruanos" válidos incluso- en contra de una “falsa”, escrita por “enemigos” literarios alienados por el capitalismo, que escriben obras "evasivas", publican en editoriales extranjeras y airean una influencia “sospechosamente norteamericana” (en el colmo de extremos, un escritor propuso delante de mí y de un numeroso grupo de alumnos de la Universidad San Marcos prohibir a los escritores peruanos con apellidos extranjeros –como el mío- publicar en el Perú).
Pero sobre todo, resulta obvio que ese dictado maoísta se opone a la idea de la pluralidad que yo traté de defender en mi artículo. Es por ello que consideré pertinente la mención al maoísmo de algunos (ojo que en el articulo especifiqué "algunos") escritores que defendieron la postura regionalista. Ese era el único objetivo de la mención, insisto, y no -como parece entenderlo lamentablemente Oquendo- por un motivo mezquino y poco pluralista como "delatar" a ningún escritor y menos aún personalizar mi crítica contra una persona en concreto, algo que no me interesa en lo absoluto, y menos aún para “excluir” de la “literatura peruana” a quien tiene un concepto distinto al mío, cuando a todas luces el propósito de mi artículo es defender las diferencias.
Hola, Javier! Estoy en desacuerdo con tu analogía con el libro de Wachtel, cuyo título, que usa tambien León Portilla, es poco feliz por lo demás. Los indios americanos no fueron vencidos en un conflicto de violencia política: fueron invadidos, esclavizados y convencidos de su poca valía por un extranjero convencido a su vez de su verdad.
Pero el mundo indígena se las arregló para permear el mundo del avasallador, de forma a veces violenta, pero sobre todo de una manera pacífica que ha dado como resultado a lo largo de siglos nuestra actual, y no siempre asumida, esencial indianidad.
Lo de SL es un proyecto político ideológico anclado en las criticables bases del marxismo occidental, la que, quieras o no, partiicpa de la misa simiente que alentó a los Conquistadores del XVI: la arrogancia de que se puede ser portador de la la verdad única, y que esa verdad es Occidental. Ya no era Cristo salvador, sino el camarada Marx. Pero el resultado fue el mismo: miles de personas asesinadas, y mucha cultura indígena arrasada. Lo que no destruyó el occdentalismo de derecha, lo mató el occidentalismo de izquierda.
carlos vs
Una pregunta incómoda. Cierto es que todos tenemos derecho a expresarnos, incluso los senderistas. ¿Tendrían el mismo derecho los nazis en prisión, o los pedófilos convictos y confesos, si decidieran formar talleres literarios desde las cárceles y publicar sus creaciones?
Supongamos que se publicaran antologías tipo "Viva la svástica" o "Mañana con tu hermanita". ¿La voz de los vencidos?
Javier:
Estoy de acuerdo con que todos tienen que hablar. Saludo la idea de este libro. Pero comparar a los vencidos con los indígenas es bastante tirado de los pelos. Los españoles, si recuerdas, eran invasores y los indígenas no formaban ni un bando compacto ni estaban subvirtiendo nada. Simplemente, algunos defendieron su territorio y otros se aliaron con los invasores porque odiaban a los incas. No tiene nada que ver con lo sucedido en entre 1980 y el 2000.
Me sigues debiendo una Javier. Todavía quisiera saber quiénes son los críticos a sueldo de las grandes editoriales a quienes te referías en una de tus columnas.
Estimado anónimo (aunque creo que tengo su real identidad en la punta de la lengua):
El comment que me has enviado me ha dado un espaldarazo para dedicar un posterior post al maoísmo en la literatura. Para bien o para mal, el maoísmo ha tenido en el Perú una impronta intelectual y estética que, creo, no ha tenido en otra parte de América Latina. La gran vaina es preguntarse por qué aquí el maoísmo tuvo unas dimensiones que no hubo en otra parte de la región -más allá de las modas intelectuales, que todos hemos visto "La chinoise" de Jean-Luc Godart (1967)- y cómo llegó a sus cotas más palmarias, sangre incluida.
A ver, yo sigo creyendo que la génesis de la creación literaria de maestros como Gutiérrez o Reynoso es muy personal, se basa –como en cualquier escritor- en la interpretación estética de sus propias vivencias y en la evocación imaginativa que ellos hacen desde la experiencia (real, cultural, literaria) y que han construido en sus años de aprendizaje y creación. Pero, como marxista que soy (no tiren demasiadas piedras, porfa) también creo en procesos económicos, sociales y culturales que atraviesan nuestra personalidad y nuestra creación.
En ese sentido rescato las preguntas del "anónimo" (¡joder, me da unas ganas de nombrarlo!) de forma categórica: “¿Es posible borrar de la historia literaria peruana la cercanía que tuvieron muchos intelectuales en los años 70 con la doctrina maoísta?" “¿tiene o no, concretamente, el maoísmo importancia en la elaboración de algunos conceptos literarios en el Perú?”
Puñales, claro que sí. Y ahora, como dije, me he aleonado y voy a escribir un post sobre el maoísmo y la literatura en el Perú. Por el debate, hasta morir. Solo digo dos cosas:
-El atractivo del maoísmo no solo estaba en su moda cultural (un paisaje más bonito que el gris panorama soviético) sino en que, curiosamente, el maoísmo pedía una democracia demasiado extremista a los ojos occidentales (¿o más bacán a ojos andinos?). Estallido de propuestas ciudadanas (la campaña de las Cien Flores), hacer de la comunidad la célula básica de la dinámica económica (el Gran Salto Adelante) o aplicar, vía revuelta juvenil, un comunismo radical y rabioso en los hechos (Revolución cultural). Todo con un montonón de muertos de por medio. En los sesenta y setenta eso pegaba, no porque los intelectuales se hubieran vuelto psicópatas, sino porque veían en esas miles de chaquetas mao desfilando, un futuro. Y un futuro que funcionaba.
-A ver si nos despercudimos de los prejuicios sobre Abimael Guzmán, a quien el discurso hegemónico lo pone como un profesor mediocre que hizo negocio subiéndose al carro de la violencia política. Muchos otros lo recuerdan como un referente intelectual en la universidad de Huamanga, sobre todo si dictaba un curso entonces tan estratégico (y hoy tan olvidado) como el de filosofía. Yo tuve la suerte de leer su tesis de filosofía sobre la noción kantiana del espacio (lleno de fórmulas matemáticas y diagramas geométricos). No será un González Prada pero tampoco un César Nakasaki. El sorprendente panegírico de Miguel Gutiérrez en “La generación del cincuenta” no es ni obligado ni gratuito.
Y punto pelota. Me concentro en el post que les he prometido. La próxima semana sin falta.
Anonimo de las 18:26: Estos patas eventualmente saldrán a la calle. ¿Qué harían si no sienten que han sido escuchados? Por ultimo, si quieres tómalo así: conoce a tu enemigo.
A anónimo de las 18:20.
Sí,los presos nazis tienen el derecho a lanzar su voz. De hecho, lo más contraproducente es que solo los vencedores acaparen la totalidad del discurso histórico (y en el caso nazi, significó el auge de la corriente revisionista de historiadores de la Segunda Guerra Mundial capitaneados por David Irving). Ya sabemos que la historia escrita por los vencedores -y en el caso peruano es de cajón- nos escamotea demasiados datos. Y la lógica de esos "otros" (pervertida, incluso), créeme, nos alumbra sobre aspectos casi insondables del ser humano. Como ejemplo, esta bizarra historia sobre la condenada Irma Grese que paladearás aquí: http://bonitasmalaspersonas.blogspot.com/2006_09_01_archive.html
En el caso de los pedófilos (yo no lo soy, más bien me gustan las maduritas)intenta escuchar la versión del AMBLA, cuyo punto de vista sobre la pedofilia es polémico, pero que hay que escuchar.
No hay enemigo negro. Soy de los que creo que, pese a nuestros conocimientos e esfuerzos, La Bestia habita en todos nosotros. El problema no es negarlo sino enfrentarlo.
Más respuestas.
Es evidente que la conquista española y la guerra interna peruana del siglo XX no son hechos históricos análogos. Pero la comparación vale en el sentido que los discursos que tenemos sobre la historia suelen ser los patrocinados por los poderes hegemónicos. Os recomiendo vivamente el clásico de Josep Fontana "Historia. Analisis del pasado y proyecto social" (Crítica, Barcelona 1982) como referente de esa desconfianza necesaria por la historia oficial que -conciente o inconcientemente- dibuja sus buenos y sus malos, sus esperanzas, sus utopías y sus pajazos.
De la historia de nuestra guerra tenemos varias fuentes. Pero falta una: Las del bando que perdió la guerra. Ese hiato, ese mirar hacia otro lado, ese hacerse el cojudo (perdón por la palabrota)daña más que cura a nuestra sociedad.
La referencia a Wachtel está en que él fue de los primeros que construyeron un "discurso histórico" basado en el imaginario de quienes padecieron la Conquista. Lo que para nuestros gobernantes es un hito en la construción de nuestra nacionalidad para los (diversos) grupos indígenas de entonces fue el fin del mundo, casi literalmente. Bueno, lo que para muchos fue el triunfo del Perú (así, en bloque, con dos cojones)contra la barbarie terrorista; créeme que desde otros puntos de vista la cosa cambia radicalmente. Y necesitamos saber esa otra perspectiva...¿ein?
Finally;
Daniel, las editoriales no untan la mano a los escribas de los periódicos como hace cincuenta años el Estado lo hacía con Federico More para que se callara nomás. El poder hegemónico es ahora mucho más sofisticado para que termines escribiendo lo que ellos quieren (con tu anuencia, claro). Prometo escribir otro post sobre el asunto. Detalles, pelos y chelas incluídos ¿Okey?
estimado Javier, el gran debate ahora es el de Thays y sus acusaciones al grupo Narración.
Se equivoca Gustavo Faverón en varios puntos. No hay muchas formas de ser maoísta, hay una sola: pertenecer a un grupo político maoísta, como Patria Roja, Bandera Roja o SL. En el caso específico de Gutiérrez, él sí puede ser acusado de prosenderista porque hizo cosas pro Sendero, como su libro sobre la generación del 50. Pero ni aún así puede ser calificado de maoísta, pues no está adscrito a ningún partido de ese tipo. Se dirá: es simpatizante del maoismo, pero "simpatizante" es una categoría subjetiva en extremo indigna de un crítico cultural.
--con la misma vara podríamos juntar todas las actitudes autoritarias de Thays en su programa y en su blog para decir que es simpatizante de las dictaduras--
Por último, Gustavo Faverón cita a varios nombres del grupo Narración para mezclarlos y embarrarlos con sus maoistas supuestamente confesos, Gutiérrez y Reynoso; pero no cita a Carlos Calderón Fajardo, quien estuvo en el grupo. Por qué? Está seguro Faverón de que Calderón Fajardo no es maoista? Cómo así? Debe explicarlo, y bien, porque las razones que dé serán las mismas para desestimar a los demás miembros del grupo Narración como maoistas. Un dilema para el crítico.
Dejadme unos días para procesar todo este debate y dedicar un post como Zeus manda...
Solo tengo ahora que decir una cosa: El maoísmo, a la distancia, más bien resulta una condecoración a los escritores de los setenta y no un baldón. Muchos escritores -europeos y norteamericanos- de los años veinte pasaron por el comunismo soviético y la Komintern stanilista y eso, más que un defecto, fue una motivación poderosísima para sus vidas y sus obras. Muchos se desengañaron luego (como Gutiérrez) pero eso no es óbice para su literatura.
Aclaremos que la narrativa de Hildebrando Pérez Huarancca, "Los ilegítimos", no entra en la literatura de la guerra. Éste es un dislate de Faverón, como incluir en la narrativa de guerra el cuento de Fernando Ampuero, como "el primero". Hildebrando se fue a la guerra, pero no escribió de la guerra. Ampuero tiene una narración anémica sobre un pobre imbécil que lo detienen por error, pero no narra hechos de guerra. Otro dislate de Faverón.
Los presos políticos (PCP-SL) del penal Castro Castro ya habían ofrecido al público una primera antología que fue presentada el 2005 en la feria del libro: "Desde la persistencia".
Obviamente, la guerra ha tenido muchas lecturas de diferentes autores, desde diversos ángulos y tras innumerables lentes políticos. Todo es según el color del cristal con que se mire.
Vamos a comprar este nuevo libro y daremos nuestra humilde opinión. Tengo la esperanza que estará exenta de panfletarismo y de que sus autores por fin han llegado a la literatura. Eso sucedió con los autores de "Desde la persistencia".
Salute:
DANTE CASTRO
Saludos
La literatura no está al margen de la política, y cuando ella se expresa a través de la guerra (guerra popular) inevitablemente veremos su expresión. Quienes luchamos por el comunismo, encarnando el maoísmo, hicimos germinar la guerra popular y la hicimos crecer junto a nuestro pueblo. Hoy proseguimos la guerra popular, y así lo haremos hasta la victoria final. Los capituladores y traidores a la guerra popular, tienen el derecho de expresar su historia de vencidos (por decisión y guía del comité central que asumió el revisionismo); pero también, los que persistimos en la guerra popular, dirigidos por el comité de dirección del PCP m-l-m, seguimos escribiendo con la tinta y nuestra sangre. Los rambos yankees, no están persiguiendo fantasmas en el CRP (Ayacucho, Huancavelica, Apurímac).
Visiten la página de compañeros que combaten con la pluma, persistiendo en la guerra popular:
http://www.geocities.com/novelascuentos/
lei por casualidad este libro de fantasmas y lagrimas, me llamo B-61 eh luchado en esa zona con uniforme del EP, me conmueve mucho leer esto,pues combatientes de uno y otro bando tenemos el mismo valor,moral y tambien lagrimas y pesadillas salvo que el rojo se deforma y envenena la mente para combatir punto... para mi el comunismo es una ideologia atea,criminal y obsoleta, romantica y estupida del que solo sacan provecho narcoeconomico JEFES regionales, lo mismo condeno ala aprovechada mafia fujimontesinista que tuvieron de ahijados ,engreidos a los colinas que utilizaron y traicionaron de la peor manera a soldados del batallon 39 y a otros infantes del ejercito y policia , la guerra es mala , el dictador fujimontesinos es peor, por matar gente inocente(cantuta,barrios a.) jefes senderista son escoria,mas valor tiene un senderista muerto que uno vivo, asi que honra tu ideologia insana y muerete.
B-61, su comentario lo refleja a cuerpo entero. Gracias por darnos una imagen sincera de lo que piensan buena parte de los soldados del ejército peruano que pelearon en la guerra.
Yo voy a vivir un poco más, y a lo mejor lo enterraré.
soy construcor en la UNA la molina lei este libro(bc-61) navegando por internt veo a Javier defendiendo ideas romanticas y obsoletas, tu eres combatiente senderista de escritorio, hoy en dia hay miles de miles personas maduras que rechazan y condenan al fujimontesinismo como ala ideologia gonsalo-maoista por ser ambos sectaria,criminal, obsoleta y debil ante los narcodolares, javier lei a Cantarina se hace mas dando un plato de comida a un niño hambriento por voluntad que tomar un trago "cuba libre" y ser dueño de una "verdad" utopica. viviras un poco mas y a lo mejor me enterraras.
Constructor de la UNA:
Yo no invito a hacer proselitismo pero sí a la necesidad de escuchar a todos. Yo no estoy seguro que haya demasiados miles de peruanos que condenan el fujimontesinismo (incluso tenemos cogobernando a gran parte de un fujimontesinismo disfrazado). De allí la urgencia de hablar claramente y sin complejos sobre lo sucedido en la guerra.
En cuanto al plato de comida a un niño, solo espero que la caridad no le nuble el sentido de justicia.
Amigos el gran problema de los intelectuales progresistas es que se quedan enclaustrados en las cuatro paredes de las universidades. El pueblo peruano, las masas populares necesitan de su aporte intelectual para que sean educados en el camino de la verdad y eso es el problema porque ustedes no aportan nada, no colaboran en crear conciencia social, conciencia de clase e ignoran su condición de ser precisamente una clase: la clase explotada, por ende, las clases populares están sumergidas en la ignorancia milenaria de ser explotado e ignorante de su situación político-económico y socio-cultural. Hasta cuándo con su indiferencia... salgan de las universidades y a formar círculos de estudio que involucren a las masas populares. Formar, como en la época del Amauta, una universidad popular. Si no es así, entonces ustedes, intelectuales progresistas, son egoístas y no sirven al Partido, ni al pueblo. Espero que comprendan el mensaje. El que le escribe es un obrero desempleado que está harto de tanto abuso y que está dispuesto asumir su responsabilidad de clase en la defensa de los verdaderos intereses de las clases populares. Recuerden que el partido es un partido de masas, de clase y no un nido de intelectuales que pierden el tiempo discutiendo… gracias, camarada Alejandro.
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