lunes, 8 de diciembre de 2008

LA VAINA DE LA LITERATURA CHICHA




Dorian Espezúa, una de las voces autorizadas de la nueva crítica andina de la literatura peruana (sino el que más), profetizaba en su ya celéberrimo artículo en la la ya celebérrima revista Casa de Citas que “el día que se escriba un novela chicha, aquél se llenará de dinero”. Espezúa –como este servidor- no ve en lo chicha un asunto de estigma, todo lo contrario. Lo chicha es una evidencia de la potencia creadora de nuestras clases populares, una nueva estética que nace de las nuevas expectativas, las nuevas tecnologías, los nuevos sujetos y la nuevas dinámicas sociales en el Perú. Es una estética ya tiene músicos, gastrónomos, arquitectos y hasta ensayistas, pero que busca su ingeniero, su novelista y -pese a los intentos- su poeta (además del necesitaado Domingo de Ramos). En fin, dejándose de huevadas y para ser más parcos, hablar de lo chicha es hablar de la modernidad en el Perú. De lo que hay acanga. Nos guste o no.

Para un servidor, lo chicha, como todo lo popular que se le escapa al control de las clases dominantes, tiene necesariamente que poseer una impronta rebelde, alternativa y, carajo, hasta clasista:

"Lo chicha es también la emergente burguesía de matriz provinciana cuyo accionar incluso traspasa las fronteras. Chicha también es la voluntad de modernidad de los descendientes de los migrantes, su permeabilidad a la innovación, su búsqueda de satisfacer y potenciar el consumo interno. Chicha han sido muchas iniciativas ciudadanas realizadas frente a la omisión del Estado y sus instituciones (las medidas extremas y ejemplarizantes que se toman en los asentamientos humanos contra la impunidad de la delincuencia). Chicha es la búsqueda experimental de nuevas estéticas, de nuevos gustos, de nuevos productos que no buscan copiar modelos anteriores pero tampoco negarlos (el nuevo porno de consumo popular, el desarrollo de una sub-industria independiente de DVDs que va desde la reproducción de recitales cómicos callejeros hasta la elaboración espúrea y a retazos de documentales de corte histórico y político) Chicha son los caminos plurales –aunque muy contradictorios- por donde recorren las disciplinas y los oficios que han sido reapropiados por estos nuevos sujetos (véase el abanico simultáneo y yuxtapuestos de diversos subgéneros de la música andina moderna) Chicha es también los aportes inéditos que se dan a la cultura contemporánea: Sean los motivos y colores estéticos del pintor Christian Bendayán, sea los nuevos discursos cinematográficos (novísimos, bizarros, ¿fundacionales?) del nuevo cine andino ( el melodrama post-hindú de El Huerfanito, la construcción de un cine de terror trash peruano en El regreso de los Jarjachas). Chicha es la aparición de una prensa informal pero que busca conectar con el consumo de sus pares: Sea la publicación de folletería explicativa de gestiones legales imprescindibles aunque lejanas, sea el boom de la prensa de medicina natural, sea la aparición de secciones y titulares en los periódicos que abordan directamente el tema de la emigración y búsqueda de trabajo en el extranjero.

Por último, el término de chicha es una hermosa metáfora de la chicha misma: Es un producto nuestro, de elaboración artesanal y consumo masivo. Como la bebida andina, forma parte de la tradición pero ha persistido con éxito en la construcción de nuestra oriunda modernidad (la chicha es una bebida con mucha presencia en fiestas populares, es un recurso habitual para conseguir dinero extra en alguna actividad pro-fondos, busca asentarse en otros mercados embotellándose y ofreciéndose en ferias y supermercados).

Y, sobretodo, la chicha es fermentación. Y representa la maceración de diversas generaciones de pobladores, de experiencias, de aprendizajes. Los increíbles caminos de la cultura chicha son producto de décadas de desarrollo continuo, una avenida furiosa de múltiples carriles, cada uno enredándose y desenredándose con los demás y construidas en un proceso discontinuo, a veces casi caótico, pero ininterrumpido".


¿Soy romántico? A ver si la chicha no es otra cosa que un revival sentimental del proceso cultural que tenemos los últimos cincuenta años. Sabiendo que todo empezó, crudamente, aquí.

Buscamos una identidad. Eso está claro. No nos gusta nuestro Estado (y gobierno) que tenemos, y nuestra infraestructura cultural no nos ayuda mucho. A lo mejor nuestros jóvenes escritores son demasiados académicos y han abandonado la saludable senda de la calle. Quizá, como discutíamos con los escritores Miguel Ildefonso y Fernando Carrasco en nuestra querida casa de estudios, la mayoría de nuestros escritores jóvenes no hablan del fenómeno chicha ni de nuestra lujuriosa contemporaneidad y prefiere escribir sobre nuestra raíces andinas -virtualmente bucólicas- o se vacían en novelas históricas. No nos gusta lo que vemos, muchos sentimos que la modernidad andina es jodida:


"Y es que lo chicha está vinculado a la ola de periódicos sensacionalistas que produjo el servicio de inteligencia del fujimorismo. Lo chicha está vinculado a los tristes personajes que rondaban en los programas de Laura Bozzo y sus imitadores, lo chicha eran las nuevas ofertas alimenticias pródigas en mezclar sabores dispares (la mazamorra con el arroz con leche, los combos compuestos por papas a la huancaína, cebiche y tallarines). Chicha era no sólo la nueva industria de reproducir CDs y DVDs sin permiso del autor (actividad también llamada piratería audiovisual) sino también los ambientes donde estos productos se distribuyen y consumen. Chicha es la estética chocante de los afiches que promocionaban antes la música chicha, luego la tecnocumbia y ahora los conciertos de Dina Páucar o Sonia Morales: Colores violentos, fosforescente, tipos de letras desproporcionadas. Chicha es la manera de hablar en las radios chichas: Estridente, atropellada, repetitiva. Chichas fueron (y son) muchos políticos que, haciendo gala de su incultura, medraron en el fangal del fujimorismo. Chichas son esas vedettes semianalfabetas que se blanquean con tintes y siliconas. Chicha es lo deliberadamente informal hasta la delincuencia, la combinación llamativa por lo exagerada y lo antiestética. Las connotaciones negativas de lo chicha son infinitas y, lo peor de todo, las hemos internalizado y las percibimos ya como normales".

A lo chicha lo ha contaminado la corrupción fujimontesinista, la prensa amarilla y sus hijos espurios de los despachos y la calle. Escribir sobre ellos no es sobre el pujante empresariado cholo sino sobre cómo los nuevos segmentos sociales se integran a la cochinada del sistema.

O, carajo, quizá el asunto sea más clasista de lo que se pensara, y el problema sea que los sectores más privilegiados de la gran migración hayan preferido pactar con las clases dominantes. Que Gamarra sea no un ejemplo de la pujante inicitativa migrante sino un capítulo más del acomodo con el poder. Un rollo complejo que a los escritores jode, porque siempre joden las cosas ambiguas, poco claras, relativas…

Para mí , la literatura chicha solo funcionará como literatura agresiva de liberación. Una literatura que hable de las coimas de la policía, de las miserias del poder judicial, de las carencias del sistema educativo, de las contradicciones de la explotación del trabajo infantil, de las taras de la familia verticalista, del carácter ambiguo de las mujeres peruanas (emprendedoras, imaginativas, temporalmente explotadas pero siempre marginadas en las decisiones del poder) de las formas creativas que cualquier peruano de a pie fabrica frente a las adversidades, de cómo le metemos el dedo al poder. Y eso quizá dé mucho miedo hacerlo.

No sé si Dorian lo sepa, pero la futura literatura chicha no solamente será comercial, tendrá que ser revolucionaria.

Chucha! Cojones, escritores. Bueno, aunque suene machista. Necesitamos escritores con su par de huevos (o su equivalente feminista) Total, necesitamos una escritura visceral y total.
Bueno, tranqui todos.
Como final, con buen ánimo, bailen con una Rita Pavone más proletaria que nunca, con martillo y todo (ya los quiero ver con una esposa en ese plan). O un poquito más light y cachonda. Con los tiempos que corren, parece que otra vez la revolución es el futuro. Sea.
Actualización. Para que siga el debate, este ensayo de Miguel Angel Vallejo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Javier Leer los textos de Javier significan pincelarse la piel de PATRIA VERDADERA, saborear el néctar de las más dulces razones de saberse vivos
Saludos
Gloria Davila
www.espacioblog.com/gloria-davila

Anónimo dijo...

Mmm...¿cabría conjeturar al cuento "El harén de Tony Flags" del escritor huancavelicano Zein Zorrilla como una manifestación de la "literatura chicha" que propones? Yo diría que sería un buen antecedete (los protagonistas no se deciden por ser chichas, pero viven en un ambiente chicherazo).