miércoles, 28 de mayo de 2008

¿Quo vadis, Harold Alva?




Transcribo esta preocupante carta que me manda el escritor Rafael Inocente. Espero que todo esto se aclare lo más pronto posible.



CARTA ABIERTA AL SEÑOR HAROLD (EDITORIAL ZIGNOS)


Señor Harold Alva:


El cinismo y la ceguera son atributos de quienes, en vez de rebelarse, se refocilan con la realidad como los cerdos en el lodo. Y el grado de cinismo al que usted ha llegado con sus excusas y palabrería para justificar lo indefendible, resulta increíble.


Allá por 1920 ocurrió una famosa polémica en la cual se formuló una vieja pregunta, ¿por dónde pasaba el meridiano cultural de América Latina? La respuesta que indignó a los jóvenes escritores latinoamericanos de aquél entonces es que tal meridiano pasaba necesariamente por Madrid. Cuando Unamuno intervino en la discusión, dijo tajante que se estaba torciendo el tema principal, lo que estamos discutiendo, dijo Unamuno, no es por dónde pasa el meridiano cultural, si no por dónde pasa el meridiano editorial, es decir, no estamos hablando de arte sino de economía. Esta cuestión sigue latente hoy en día y con mucho más fuerza. Si en los años 20 existía una independencia que permitía a los jóvenes escritores latinoamericanos rebelarse indignados; hoy, las grandes editoriales están en Madrid y en Barcelona. Es por esos lares, lamentablemente, por donde pasa hoy nuestro meridiano editorial y, en no menor medida, el "intelectual".


Steiner decía que la censura del mercado no es menos terrible para el escritor que la censura que, hace tiempo, llamaron estalinista. Se habla siempre de esta censura política, pero pocos son los que se atreven a nombrar con nombre y apellido a la segunda, la censura del mercado, que se oculta o disfraza y puede ser ejercida por elegantes ejecutivos de periódicos decanos, por reporteros culturales de aspecto trajinado o deliciosas ladies de voz arrobadora. Una engendra rechazo inmediato y general, la otra casi siempre pasa desapercibida y decir algo sobre ella sería insensato, como insensato es ahora mandarse en contra de las sacrosantas leyes del mercado. No es cosa de sonrojarse y negarlo, barajándose en las cosas buenas que de seguro existen, pero decir que casi todo huele a mierda en el mundo editorial peruano, es una verdad de Perogrullo.


Varios otros motivos me llevaron pues a tomar las cosas con calma y a no apresurarme en publicar mi Ciudad de los Culpables. Conocedor de lo manaturaloso del ambiente culturete y "literario" en un país que compra libros (Holler, Cornejo y Rosado, Cruz, Rampolla, Coelho, Johnson, Mandino y mejor no sigo, que me perdonen los optimistas) pero ignora la literatura, decidí esperar el momento adecuado para iniciar la romántica empresa de editar una novela en el País de las Combis Asesinas y la Puticumbia Estridente. Primer error. Pese a haber sido reseñada antes de ser publicada—La Ciudad de los Culpables— en El Pacto con el Diablo, el libro de ensayos de nuestro querido Miguel Gutiérrez, y pese también a generosos ofrecimientos realizados por algunas editoriales, me negué repetidas veces a acelerar el parto mediante una peligrosa cesárea sugerida por médicos a palos. Preferí el parto natural, sin prisas ni sobresaltos fuera de hora, para así no deber nada a nadie al momento de decir mi verdad. A mediados del 2007, Arturo Delgado Galimberti, aquél novelista de culto ignorado campantemente por el establecimiento, me presentó al poeta Rodolfo Ybarra, quien había leído un manuscrito de mi novela e iniciamos una amistad basada entre otras cosas en la común devoción por la literatura, la polémica y la política, así, en ese orden. A raíz de este triple encuentro, Rodolfo Ybarra me recomienda a su persona, y, como anota él, nos recomienda —ya que a mí me interesaba publicar mi novela en una editorial peruana y joven, pero que a la vez hiciese un trabajo limpio y honesto, un trabajo profesional— a ambos. Craso error el de Ybarra y lamentable resbalón el mío. El problema, señor Alva, es que muchos creen que la amistad otorga licencias que tal vez no se tomarían con desconocidos y sólo reparan en ello cuando esa amistad ya está completamente resquebrajada o, peor aún, el amigo, compañero poeta o narrador, ya no quiere más excusas y exige solamente lo que es de justicia. Justicia.


Mi novela vio la luz los primeros días de diciembre del año 2007. Desde entonces hasta la fecha (26 de mayo del 2008) han transcurrido más de 5 meses y usted, en su papel de editor, no ha hecho absolutamente nada por encontrar los adecuados canales de distribución y comercialización. Pero no solamente es eso: todo indica que usted esconde parte de mis libros en su domicilio, pues no encuentro otra explicación al hecho de que conserve en su poder, sin distribuirlos, más de 100 ejemplares de mi novela.


Cuando le conocí, quedamos en que nuestro trato sería en base a la confianza (eso le dije yo y cumplí con la palabra empeñada), incluso me negué a firmar algún tipo de contrato, rompí en sus narices el papel —ese papel que aguanta todo— pues confié en la buena fe de sus actos y en la veracidad de su palabra.


El día de la presentación de La Ciudad de los Culpables, el presentador principal, Miguel Gutiérrez, se encontraba sumamente incómodo, pues, pasados quince minutos de la hora convenida, usted no aparecía por ningún lado y yo no tenía ni un solo ejemplar de mi novela. De los 60 ejemplares que llevó apresuradamente aquella noche, encolados a mano, pegoteados y todavía calientes, todos tenían la indeleble marca de un trabajo chambón e irresponsable: groseros errores de impresión, edición y montaje. Insisto, el cinismo y la ceguera son atributos de quienes prefieren la vida muelle y relajada del atolondrado que pica por aquí y pica por allá, reincidiendo sin remedio y hasta el cansancio.


Pasaron los días y usted brillaba por su ausencia. Después de algunas semanas de insistencia logré ubicarlo y fuimos a la imprenta a recoger los demás libros. Otro desliz lamentable, no debí haber aceptado aquellos fardos en que se había convertido mi novela: por lo menos el 80% de los ejemplares adolecen de errores imperdonables de impresión, edición y montaje. He recibido docenas de correos y decenas de llamadas telefónicas alertándome de mutilaciones a mi obra, yo mismo, cada que tomo un libro para regalar u ofrecer en alguna librería, debo coger 20 para que luego de fatigosa revisión, resulte entre mis manos uno solo sin errores impresentables: ausencia de 1,2 ó 3 hojas, hojas en blanco, hojas dobladas, mala compaginación, por no mencionar la pésima calidad del papel, la peor calidad de la impresión y el rematado cuidado de edición de una novela que —usted lo sabe— no se merecía ese boicot editorial, que es como califico su trabajo.


Pero hay más. Hace varios meses tuvimos una conversación, todavía amical, en la que también estuvo presente el poeta y novelista Jorge Espinoza Sánchez, y usted se comprometió a resarcir la fallida edición de mi novela, a más tardar en el mes de abril. Aunque no refirió el año, mi buena fe me indujo a pensar que se trataba del mes de abril del año que transcurre. Tercer error.


Pues bien, le escribí cuarenta y nueve correos referidos a este asunto y hasta la semana anterior, por motivos ajenos al tema de la presente, usted seguía rutilando pero por su ausencia. Diariamente decenas de mensajes atiborran mi correo electrónico preguntándome en dónde venden mi novela, haciéndome comentarios sobre la misma y la desastrosa edición, muchos colegas la han buscado inútilmente en diferentes librerías y sospecho que si no hubiésemos acudido conmigo mismo al Bulevar de la Cultura del jirón Killka, estoy seguro que La Ciudad de los Culpables no estaría hoy en las calles.


El delito de estafa tiene diversas connotaciones jurídicas, señor Harold Alva, pero el núcleo del concepto reside en el engaño. Sólo usted sabe si su intención respecto a mi obra ha sido esa o alguna otra, que la contundente realidad de la desastrosa edición de mi novela le responderá cualquier argumentación que usted intente ensayar en favor suyo, pues todo lo que aquí reseño no tiene carácter personal, está referido estrictamente a su trabajo como editor de mi novela.


Zein Zorrilla dice que en el Perú la labor de los escritores no termina al finalizar de escribir su obra. Allí recién comienza la titánica faena: difundir y distribuir su propia obra luego de sobrevivir a los editores y al mercado. Cuánta razón tiene el escritor ingeniero cuyo esclarecedor ensayo "Hija de Bergman y Kurosawa, nieta de Balzac", escrito con pluma diestra y editado en bello formato, hubiese causado revuelo en cualquier otra nación que apreciase a sus escritores: aquí toda la prensa le ha dado la espalda y apenas ha sido brevemente comentado.


Espero pues, señor Harold Alva, que esta carta le induzca a severa reflexión y a cumplir con la palabra empeñada que ese es un valor que mis padres me enseñaron de niño, creo todavía que usted puede rectificar los errores, me costaría aceptar que su estructura mental es la típica de sujetos coloniales pervertidos por la semi-feudalidad y la criollada, pero matizada convenientemente por raptos de cinismo, característica de la ética del pendejo. Creo que usted ante todo, sigue siendo todavía poeta.



Rafael Inocente



Esto es un botón de muestra de nuestra invertebrada industria editorial. Lo sorprendente es que, pese a estas cosas, nuestros escritores siguen y siguen en la brega. ¿De dónde sacarán tanta fortaleza?

9 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Flash de último minuto!

Harold Alva anda pidiendo solidaridad a algunos poetas borrachines e improductivos (ya saben ustedes sus nombres) y quiere presentar este asunto como una cuestión política, cuando esto no es más que una ESTAFA monda y lironda.

Además ha pedido ayuda a otras pseudoeditoriales que viven de esquilmar escritores y poetas jóvenes y andan todas en la misma colada.

Ya SABEN A QUÉ OTRAS EDITORIALES ME REFIERO. Ese boom de editoriales jóvenes ya me sonaba muy sospechoso: sarta de pendejos, ladrones y vividores de la cultura que ahora quieren presentarse como perjudicados por las grandes editoriales, ja!

La carta de Rafael Inocente es contundente. Ya ha sido publicada en diferentes blogs del medio y el gordo está desesperado. Se le ha visto por Quilca vociferando borracho en contra de Inocente e Ybarra, amenazando con enterrarlos vivos si es posible.

Y esto recién comienza: búscate buenos abogados Alva, hay por lo menos SEIS ESCRITORES que ya prepararon una DENUNCIA LEGAL en tu contra por estafa, apropiación indebida e incumplimiento de contrato, entre ellos un conocido poeta liberal cuyo noble apellido indígena comienza con la letra EÑE.

El Datero

Anónimo dijo...

Basta de estafas. el apra viene robando descaradamente, y ahora un editor aprista quiere desfalcar a los pobres escritores. No puede ser. Organización señores para enfrentar a estos delincuentes.

R. Quiroz

Anónimo dijo...

Parece que este pata raya de Inocente: romper el contrato en las narices del editor, ¿no es ser muy posero? Después solito le echa flores a su "novela", que por cierto nunca la he oido mencionar, dice que varias editoriales estaban interesadas en ella, dice que mucha gente pregunta por su "novela", ¿por qué entonces no hace una edición de su peculio y lo vende? Podría ser un bets seller y entonces es casi seguro que luego Planeta, Alfaguara, Peisa lucharán por tenerlo en sus filas. ¿O ahí nomás se quedó don Inocente y no da para otra "novela"? El autobombo es peligroso, no vayamos a estar ante un adefecio sin ningún valor literario. Escribe más y mejor, don Inocente, y no andes calumniando a la gente. Jaja, bye.

Anónimo dijo...

como siempre, solo publican lo que les conviene, ¿no?

Anónimo dijo...

Oe, ignorante, ADEFESIO se escribe con S, no con C.

C. Espejo Santamaría

Anónimo dijo...

Para el amigo que se despide "jaja, bye", gracias por sus atinadas sugerencias.

Este año publicaré un libro de cuentos en una editorial de la que me reservo el nombre por ahora y, es cierto, tiene usted toda la razón, fue una reacción desmedida eso de romper el contrato en las narices del editor, usted sabe, reacciones de novato.

Si usted me deja su nombre y dirección (o por lo menos su hi-five o msn), no dude de que en un par de días usted tiene mi novela en la puerta de su casa vía courier o si gusta se la entrego personalmente y con dedicatoria.

Gracias nuevamente por sus acertadas sugerencias que me animan a escribir más y mejor y a dejar atrás mi ingenuidad adolescente.

Rafael Inocente

Anónimo dijo...

Ese Harold Alva, también estafó a escritores foráneos, busquen en Internet, hay varias denuncias.

Carlos

Anónimo dijo...

Hola, Javie:

He conversado personalmente hoy con Harold Alva y se hará una edición de La Ciudad de los Culpables, la misma que estará circulando aproximadamente los primeros días del mes de julio.

Los ejemplares que ya han sido distribuidos están andando por este mundo ancho y ajeno.

Esperemos que todo llegue a buen puerto.

Rafael Inocente

Anónimo dijo...

Sr. Inocente
Antes de decidir publicar en Zignos, debió usted darse algunas vueltas por los puntos de venta de libros de la ciudad, habría descubierto que los libros que Zignos publica (que son muchos) casi nunca están por ninguna parte y, podría haber verificado (si encontraba algunos por ahí) que siempre son de pésima calidad de papel, impresión, montaje, etc. Si además hubiese leído algunos al azar habría incluso descubierto (y esto es mucho más grave) que la calidad de sus publicaciones es terriblemente desigual, que no existe ninguna línea editorial.
Debió usted hacer darse el trabajo a tiempo. Sin conocer al editor de Zignos es muy fácil notar que es una pésima editorial. Así que no se haga muchas ilusiones con la reedición...



Bastaba con haber visto algún ejemplar de algún título previo de Zignos